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Foto: Sergio Berrenechea |
Se le resiste al
nuevo Celta el feudo vallecano. No hay manera de hincarle el diente a
un Rayo que en su casa se hace fuerte contra los vigueses y aprovecha
la estrechez de su césped para neutralizar el juego raso que tanto
gusta en los últimos años. Ni siquiera pudo Berizzo contrarrestar
todos esos elementos aunque lo intentó abogando en el primer tiempo
por una presión muy adelantada y una insistencia evidente en el
balón largo en busca de Larrivey y de la espalda de la zaga local.
Ni por esas.
El virus FIFA fue
otro de esos elementos determinantes que, en la época de Danilo y
Cellerino, no nos hubieran hecho tanta mella. Por eso se quedaron en
el banco el 'Tucu' Hernández y Fabián Orellana y por eso los
Krohn-Dehli y Nolito estuvieron más espesos de lo normal. Así,
tuvieron la alternativa Álex López y Augusto Fernández además de
volver Fontàs a la vera de un gran Gustavo Cabral. La sensación,tras
una derrota de lo más extraña, es que jugase quien jugase el
resultado sería el mismo. Haya jugado bien, mal o regular el Celta o
regular, mal o bien el Rayo Vallecano; lo más lógico hubiera sido
un empate a nada. Porque tantas ocasiones tuvieron ambos (quizá más
los olívicos) como ausente estuvo su juego habitual.
Y eso que empezó
bien el Celta, con una presión en campo contrario que impedía a los
de Paco Jémez salir desde atrás como les gusta. Les duraba poco el
balón a los vallecanos y encima Trashorras, bien tapado por
Krohn-Dehli, estaba totalmente desconectado en la sala de máquinas.
Así que, sin alardes, el Celta se sentía cómodo aunque no atacaba
con tino. El Rayo no molestaba y el plan tenía visos de dar frutos
más pronto que tarde. Bastaba enganchar una y la calidad de la
parcela ofensiva haría el resto. Pero, como esto del fútbol poco o
nada tiene que ver con las matemáticas, dos más dos no fueron
cuatro sino gol de Alberto Bueno. Desaparecieron los celestes
(estrenando la cuestionable equipación verde) durante cinco minutos
y eso le bastó al Rayo para crear tres oportunidades de peligro y
anotar un gol. Despiste de Radoja en la marca y cabezazo de Bueno
ante el que nada pudo hacer Sergio.
Y, curiosamente,
fue entonces cuando el Celta comenzó a gozar de ocasiones. Después
de un flojo disparo de Álex López con la zurda, la tuvo Krohn-Dehli
con un bello disparo que pegó en el palo e inmediatamente después
la cruzó Augusto para que detuviese con los pies Cristian Álvarez.
Resume esa doble ocasión lo que el partido fue para los pupilos del
'Toto': un quiero y no puedo en el que la puntería estaba de
vacaciones. Una buena cantidad de llegadas desaprovechadas por mal
fario o inoperancia ofensiva durante los noventa minutos del
encuentro. La maldición vallecana.
Porque lo cierto
es que el Rayo no hizo mucho más. Aprovechó el gol para arroparse
no demasiado bien y aguantó el vendaval tratando de mantener la
pelota. Lo consiguió a medias y tanto el Celta como Berizzo no
supieron reaccionar o lo hicieron de forma demasiado intermitente. La
ocasión más clara la tuvo de nuevo Krohn-Dehli tras espectacular
jugada en línea de fondo de Jonny, pero el pase de la muerte iba
demasiado tenso y el danés se pasó de frenada. Fue un nuevo signo
de que no había manera, no porque el Celta jugase su mejor partido y
mereciese la victoria, sino porque ambos equipos estuvieron lejos de
su mejor versión y empataron a nada. El Rayo aprovechó la suya y el
Celta no, esa es la única lectura clara que se puede sacar de este
encuentro.
Esa y que el
equipo, desde que consiguió la machada en Barcelona, se encuentra
algo espeso en la elaboración y en los metros finales. La temporada,
como ya sabíamos, es muy larga y los 20 puntos saben muy bien a
estas alturas. Pero urge no despistarse ni tener sueños europeos con
peligrosa resaca. Nuestra liga es la que es y, de momento, no somos
capaces de ganar en Vallecas. La próxima vez será.
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