El drama de Roberto


Foto: Lalo R. Villar
Existe una estirpe de porteros, afortunadamente en claro peligro de extinción, que se caracterizan por su facilidad para arañar segundos al crono, su propensión a desquiciar a jugadores y público rival, y que gozan de una gran habilidad para la teatralización y la exageración de todo cuanto sucede a su alrededor. En esa categoría podemos englobar a Roberto, un guardameta nacido en Chantada y criado en A Madroa, cuya relación con su antiguo equipo siempre ha estado jalonado de polémica, en muchas ocasiones fabricada por el propio jugador. 

Desde sus tiempos en el Sporting de Gijón, y por supuesto con el Granada en Segunda División, la relación de Roberto con la grada de Balaídos ha sido tensa. En la promoción de ascenso tuvo sus más y sus menos con Iago Aspas, al que provocó durante muchos minutos y del que aprovechó un encontronazo, más o menos fortuito, para interpretar el papel de víctima. En el partido de vuelta no dejó en paz al "Mago" de Moaña, aunque éste no cayó en sus provocaciones. 

En el partido disputado ayer volvimos a ver a Roberto en su máxima expresión. Es curioso, ya que se trata de un buen portero que no necesitaría dramatizar todo lo que sucede alrededor para destacar y hacer bien su trabajo. Desde el pitido inicial se dedicó a perder tiempo, pero su puesta en escena comenzó en la segunda mitad, concretamente tras un encontronazo con Larrivey del que salió mal parado. 

El Chantadino solicitó la asistencia médica por un fuerte dolor en su pierna derecha, fruto de dicho encuentro con Larrivey. Lo curioso de su dolencia es que tan solo se resentía cuando debía sacar de portería, algo que terminaban haciendo sus compañeros, pero en el resto de las acciones estaba ágil y gracil cual gacela. Mientras continuaba con su teatrillo, obligó a parar el partido cuatro minutos, entre el 82 y el 86, y un minuto después estuvo colosal ante Orellana, deteniendo el balón con un ágil movimiento de su pierna derecha. 

Desconocemos la gravedad de su dolencia, y la tolerancia al dolor que puede tener Roberto, pero no debía ser muy grave cuando su entrenador realizó su último cambio en el minuto 68, con todavía 22 minutos de juego por delante. Demasiado tiempo si crees que tu portero está tocado. O Caparrós no se enteró de que entraron las asistencias en una ocasión, y que volvieron a atenderlo sin pararse el juego en varias ocasiones, o es que era consciente de que lo que tenía Roberto se curaba con un simple gesto: Tres pitidos consecutivos del colegiado. 

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