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Foto: Ricardo Grobas |
Desde hace años el Celta y Caparrós se entretienen en Balaídos con un curioso juego. El técnico plantea una compleja ecuación táctica que el equipo vigués se pasa hora y media tratando de descifrar de todas las formas posibles. Casi nunca lo consigue y ayer tampoco fue una excepción. El Celta se enredó con el planteamiento granadino en un partido en que los de Berizzo echaron en falta los detalles de talento que les ha rescatado en otras citas y piernas frescas en el segundo tiempo cuando el cansancio comenzó a devorar a algunos de sus futbolistas. Aunque en el corajudo arreón final pudieron inclinar el encuentro también es cierto que el Granada desperdició dos ocasiones grandiosas en el segundo tiempo para incendiar Balaídos. El empate sin goles rompe la racha de dieciséis partidos consecutivos marcando y enfría un poco el ambiente después del subidón anímico que provocó la victoria de hace siete días en el Camp Nou
No hay dudas de que Caparrós estruja el ingenio del rival aunque a veces su método pueda ser discutible. Balaídos está acostumbrado a sufrirle. Su Granada, favorecido por la pesadez del campo, jugó obsesionado con limitar las virtudes del Celta, cuyo plan de vuelo ya ha sido asumido por sus rivales en la categoría. Los andaluces -que prescindieron de algunos de los hombres que más problemas podrían generar a la defensa céltica, en la que repetía Sergi Gómez tras su partidaz en el Camp Nou- evitaron a base de pelotazos la zona del campo en la que el Celta más réditos saca a su presión y no tuvieron miramientos a la hora de enviar al césped a los rivales para evitar que el partido tuviese esa frescura en la que los vigueses siempre parecen sentirse felices. Con una evidente ventaja en lo físico, el Granada prefirió que el partido se decidiese en el cuerpo a cuerpo. Y al Celta aún le cuesta entrar en esa clase de combates. Pelea, pero de otra manera. Cuestión de estilo y de carácter. Con Sergio a salvo de cualquier circunstancia -ni un disparo rival entre palos en el primer tiempo- el primer tiempo fue un desesperado intento del Celta por encontrar alguna rendija en aquella acumulación defensiva. Complicado viendo que a Nolito y a Orellana parecían faltarse algo de chispa. Pese a todo llegaron ocasiones, porque este equipo es capaz de hacerlas casi sin querer. Pudo marcar Hernández en un regalo de Roberto que le entregó el balón para que marcase casi a puerta vacía, pero el "Tucu" golpeó sin precisión y también tuvo la oportunidad Sergi Gómez en un cabezazo bien despedado por el portero de Chantada. Corta cosecha para un equipo acostumbrado a una producción muy superior. Caparrós tenía la mitad del trabajo hecho, su plan salía al pie de la letra mientras al Celta se le arrugaba la frente en busca de la solución al enigma de marras.
El técnico del Granada dio una vuelta más a la situación al poco de comenzar el segundo tiempo. Convencido de que el crono jugaría a su favor y que la impaciencia viguesa podría permitir situaciones de uno contra uno recurrió a Success, Márquez y Rochina, gente de indiscutible calidad. El plan no difería en mucho del inicial, pero al aportar frescura y un punto más de calidad era evidente que al Celta se le podrían empezar a plantear determinados problemas. Y así fue. Los vigueses perdieron el paso, en gran medida por la inmovilidad de su banquillo que se mantuvo fiel al once tipo pese a que había jugadores que llevaban tiempo buscando oxígeno. En la gestión de la plantilla y de los cambios es donde aparecen los único nubarrones en el tiempo que Berizzo lleva al frente del equipo. Ayer el partido pedía una reacción rápida y por ahí estuvo a punto de irse todo al traste porque el Granada vivió diez minutos locos en los que falló dos oportunidades grandiosas para adelantarse en el marcador. Las falló de manera algo incomprensible Rochina. Vida para el Celta. Berizzo echó mano de Augusto -algo justo todavía en lo físico- por Hernández que tampoco cambió la dinámica de un equipo que necesitaba una carga extra de energía. El argentino, que llevaba más de un mes fuera del equipo, aún no está para darla y Alex López, la opción que parecía más lógica, solo apareció en los últimos minutos. Pero el Celta se mantuvo con vida e incluso cuando el Granada dio un paso atrás por el cansancio o porque sintieron el miedo a perder lo que les había costado tanto ganar fue cuando el choque estuvo más cerca del Celta que desperdició cinco o seis llegadas con cierta claridad. Arrancando casi siempre desde la banda de Nolito -que eligió el camino del pase más que del desborde en una prueba evidente de que no estaba con el depósito lleno-, el balón se fue un puñado de ocasiones al corazón del área. Pero allí faltó la claridad que a veces dan las piernas frescas. Mucho alboroto, mucho disparo en malas condiciones y en la más clara, la que tuvo Orellana mano a mano con el portero, se encontró la pierna de Roberto que salvó un punto para su equipo. Fue la última ocasión que el Celta tuvo para continuar con su racha anotadora. Se queda en dieciséis partidos consecutivos marcando que no es poca cosa Ligero frenazo para los arranques de euforia y deberes para el futuro, descifrar a Caparrós de una vez.
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