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Foto: EFE |
El Celta basa su fútbol en volcarse en el área rival, pero eso conlleva costes. Si la presión falla o las marcas se tambalean, el rival tiene metros para avanzar y eso hace que el Celta se vea en la obligación de recurrir a faltas tácticas para frenar el contrario. En los dos partidos de Liga disputados hasta el momento el equipo de Berizzo ha cometido 36 faltas (19 ante el Getafe y 17 en Córdoba) a las que suma ocho tarjetas amarillas.
De esas 36 faltas sancionadas, una veintena fueron pitadas en campo contrario. Ante el Getafe, con los vigueses controlando el encuentro, 12 de las 19 faltas a las que recurrieron tuvieron lugar en territorio getafense, y sobre todo en el costado izquierdo por el que se movían Planas y Nolito, que entre los dos cometieron 8 infracciones.
En Córdoba, con una segunda mitad mucho más rota y desordenada, los celestes necesitaron realizar 9 faltas en campo propio (solo una cerca del área de Sergio Álvarez) para cortar las embestidas de un rival que exigió sobre todo a Nemanja Radoja, al que el colegiado señaló cuatro faltas en su debut como titular.
El riesgo que supone adelantar metros la zaga y exponerlos a tener que recurrir a faltas cuando el rival ejecuta contragolpes no amedrenta a los defensas del Celta. «Lo llevamos bien porque la temporada pasada ya la trabajamos con Luis Enrique. Esta temporada el Toto nos pide un poco más, estar pendientes de la marca, estar encima, pero nos sentimos cómodos y creo que vamos bien a pesar de que hemos tenido dos goles en contra. De a poquito vamos a ir consolidándonos en la defensa», augura Gustavo Cabral. «Ahora tenemos más intensidad, somos más aguerridos a nivel defensivo y hemos mejorado mucho».
Presión desde la primera línea
El Celta de Eduardo Berizzo se toma muy en serio el principio de que el primer defensa es el delantero, y eso se constata en las amonestaciones. Y es que los tres hombres de ataque, Nolito, Orellana y Larrivey contabilizan un tercio de las faltas, y los dos extremos ya han visto tarjeta amarilla.
Lorena García Calvo / La Voz de Galicia
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