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XOÁN CARLOS GIL |
La goleada ante el Cagliari puso fin anteayer a una pretemporada ilusionante y peligrosa a partes iguales. Ilusión porque este Celta aterriza en el mes de agosto a un ritmo de febrero y ataviado con la plantilla más completa que se le recuerda en mucho tiempo. Peligro porque los veranos los carga el diablo y poco o nada terminan teniendo que ver con lo que ocurre cuando echa a rodar el balón oficial. Y si no, que se lo digan a Benni McCarthy.
Resulta difícil no emocionarse, aunque convenga no hacerlo. Luis Enrique es pasado desde hace tres meses, la misma edad que el presente de Berizzo. El técnico argentino parece que no ha necesitado periodo de adaptación. Vigo nunca ha dejado de ser su segunda casa, pero quién esperaba esto. Sus pupilos han cazado las nuevas ideas en apenas siete semanas y el equipo refleja una serie de automatismos más propios de otro momento de la temporada. El ritmo de juego tampoco va acorde con la fecha del año. Presión asfixiante en campo rival y mayor verticalidad con el esférico son los añadidos del aprendiz de Bielsa al legado del nuevo técnico del Barcelona. El Celta no puede llegar mejor a la primera función del curso. Resta saber si la gasolina llegará hasta la última.
La profundidad del plantel es otra razón para el optimismo. Cuesta recordar una nómina tan completa como la de este curso. No ha habido bajas traumáticas. La de Rafinha, esperada, y la de Yoel, necesaria. Para cubrir la ausencia del portero hay material válido en casa. Sergio y Rubén deberían responder. Por su parte, Pablo Hernández llega con la vitola de fichaje estrella para hacer olvidar la clase del centrocampista hispano-brasileño, habida cuenta de que Jota no ha querido o no le han dejado optar al puesto. A mayores, Larrivey, Sergi Gómez y Planas redondean un equipo que por fin tendrá nuevo mediocentro. O nuevos. Borja Fernández aprovechó la vacante del lesionado Oubiña para tomar la delantera provisionalmente a un Radoja que viene para jugar.
Además, siguen los Fontás, Álex López, Jonny, Cabral, Mallo o Charles, de quienes se espera que crezcan con la competencia. Precisamente crecimiento será lo que se exija también a los Madinda, Mina y Costas en su año de consolidación en el primer equipo. Este puede ser también el curso de la explosión absoluta de Krohn-Dehli, a las puertas de cerrar o no su periplo en Vigo. Quienes siguen aquí de momento son Augusto y Orellana, mundialistas y durante varios días en la rampa de salida. Su aportación será un salto de calidad. Como calidad le sobra a Nolito, punta del iceberg del equipo, jugador más decisivo y estrella más brillante de la parte del firmamento que menos brilla. Ningún equipo del octavo hacia abajo cuenta con un jugador como él. Si continúa subido en ese avión que tomó allá por marzo, el Celta tendrá derecho a soñar.
Pero no conviene olvidar que los sueños, sueños son. La ilusión nunca sobra si se mezcla con cautela y sentido común. La realidad dice que el objetivo de este año es el de los dos últimos. Salvar la categoría debería ser un premio lo suficientemente jugoso como para festejar cada año, se consiga como se consiga. Pero la ambición aprieta. Hablar de Europa parece una temeridad, la verdad. Pensar en que el Celta debe estar entre los diez mejores quizás no. Eso, recuperar la ilusión en la Copa y redimirse ante el Deportivo deberían ser los propósitos de esta campaña. Aderezado por supuesto con el fútbol de salón y un crecimiento de A Madroa que nos haga sentir orgullosos do noso e dos nosos.
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