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Foto: Raúl J. Bustillos |
El sábado, cuando Nolito marcó el penalti ante el Sevilla, miró al cielo. Es el gesto que repite cada vez que marca. Espera que desde allí le vea Manuel, su abuelo, el hombre al que veía como un padre y que ejerció como tal. El que desde pequeñito descubrió que Nolito tenía un don para el fútbol y el que le imprimió la pasión por el deporte. Fue Manuel el que le hizo creer que aquel niño travieso de Sanlúcar podía triunfar si se sacrificaba, y el que le consoló cuando, estando en Valencia, quería regresar a casa. Porque si alguien sabía que Nolito llegaría lejos, ese era Manuel.
«Mis abuelos han sido mis padres; mi abuelo era mi padre. Me llevaba a entrenar. Si tenía que pagar una cuota se sacrificaba y la pagaba, me hacía el bocadillo, me levantaba para el cole. Siempre fue el que confió en mí desde el principio. Me decía: "Tú vas a llegar lejos"». Y así fue. Nolito creció rodeado de una familia numerosa encabezada por su abuela Dolores. «Vivíamos en un piso humilde, no hemos tenido lujos, pero nunca nos ha faltado la comida». En ocasiones eran hasta trece a la mesa -son once hermanos, pues a sus tíos los considera como tal- y las risas y las riñas se sucedían una tras otra. «Era una liá», confiesa entre risas al tiempo que recuerda los partidillos en el salón de casa. «Cogíamos dos sillas para hacer de porterías, y en casa el balón era un trapo, con tela hacíamos la pelota», cuenta Luis, su hermano. La voz de Luis filtra orgullo por los cuatro costados. Él ha visto cómo el pequeño Nolito se hacía grande, y cómo aquel niño al que le gustaba quitarse los zapatos y jugar descalzo en el patio se ha convertido en lo que su padre profetizó. Un gran futbolista.
El nacimiento de un futbolista
Las medallas y los trofeos pronto comenzaron a amontonarse en las manos de Nolito. En la Unión Deportiva Algaida comenzó a llamar la atención al tiempo que dejaba claro con trece años que los libros no le atraían. «El colegio no me gustaba, así que mi abuelo me puso a trabajar en una carnicería de la barriada. Trabajaba de nueve a dos y por la tarde iba a entrenar», cuenta Nolito. Su hermano Luis, sin embargo, apostilla que esa época no duró mucho. «No se le daba muy bien hacer albóndigas», cuenta entre risas. Además, el Sanluqueño, de Tercera, le esperaba. «Con 15 o 16 años debuté, y luego ya me fichó el Valencia. No sé hacer otra cosa que jugar al fútbol. Si no, supongo que habría trabajado o de marinero -como su abuelo-, o de albañil o ferralla». Sin embargo, Valencia le esperaba.
Nolito llegó a las categorías inferiores del Valencia siendo casi un niño. «Nunca había salido de casa, llegué allí solo y vivía en una residencia. Se me caía el techo encima. Pensaba todos los días en volver a casa, pero mi abuelo me decía: "Tú tranquilo, trabaja, que es tu futuro y el día de mañana te vas a alegrar". Sé que él también sufría».
Tras regresar al Sanluqueño y destacar en el Écija, llegó la gran oportunidad. El Betis B le había hecho una propuesta, pero de repente Roberto Ríos y Rafa Gordillo, del Écija, le dan el notición. «Ha llamado Alexanco, que te quieren en el Barcelona». El sueño de su abuelo Manuel, culé hasta la médula, se aproximaba. «Mi padre estaba en el salón y Nolito se puso una sudadera del Barcelona y le dijo: "¿Me das esta sudadera?" Acabo de fichar por el Barcelona».
Nolito hizo las maletas para ponerse a las órdenes de Luis Enrique. Allí le esperaba un primer año de adaptación que le costó un poco, y otros dos en los que el chaval de Sanlúcar ya dejó entrever que lo de ser futbolista iba en serio. Su primera convocatoria en Copa con el primer equipo ante el Benidorm fue una fiesta, recuerda Luis. «Estábamos todos chillando en casa porque lo puso Guardiola en el banquillo. Mi sobrina le decía a su abuelo: "Está al lado de Puyol y Etoo", y mi padre contestaba: "Etoo y Puyol están al lado de Nolito"».
Tras tres años en Barcelona, Nolito puso rumbo a Benfica. Allí no acabó de «sentirse futbolista» y regresó a España. Acabó la temporada en el Granada, y el pasado verano firmó por el Celta. En Vigo, el «Hijo predilecto de Sanlúcar», amante del flamenco, que hace sus pinitos con la caja, y que sobre todo se considera «un chaval normal y familiar», está feliz.
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