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Foto: LFP |
Las novedades en las alineaciones del Celta de Luis Enrique son una constante. Las bajas y las variaciones que suele condicionar las características del adversario motivan estas continuas novedades. Todo era relativo salvo el dibujo táctico. El técnico asturiano siempre apostó por el 4-3-3. Sólo cambiaban las piezas que componían su esquema.
Todo cambió en el Camp Nou. Luis Enrique recuperó una idea que ya probó en pretemporada. A la hora de replegarse, el Celta estaba compuesto por una línea defensiva de tres centrales. La apuesta no es un suicidio. Tampoco una renuncia al ataque. El técnico asturiano buscaba frenar los pases interiores de un Barça que suele sacar mucho beneficio de los desmarques de ruptura de hombres como Alexis, Messi o Pedro.
El plan alternativo no salió bien. Neymar abrió la lata a los cinco minutos de juego. Al filo de la media hora Messi hacía el segundo (con Cabral atendido por los médicos en la banda). El Celta poblaba su campo, pero a la hora de hacer las transiciones defensa ataque apenas había efectivos en campo contrario. En el primer período, sólo dos acciones a balón parado (un córner al que no llegó por centímetros Aurtenetxe y el lanzamiento de falta de Orellana) fueron las únicas opciones claras de los vigueses para poner en aprietos a la zaga azulgrana.
En el segundo tiempo Fontás volvió a actuar como pivote. Regresó la defensa formada por dos centrales. Mejoró el Celta, aunque el partido ya estaba encarrilado para el Barça. De hecho, el "Tata" Martino ya dejó a Iniesta en el banquillo antes de la reanudación del choque. Se impuso la lógica. La variación táctica no obtuvo su recompensa para un Luis Enrique que ya avisó en la rueda de prensa previa al choque que la clave de la permanencia estaría en los enfrentamientos ante los rivales directos.
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