Sarna con gusto no pica


LOF

90 años de historia dan para mucho. Durante todo ese tiempo, el celtista se ha habituado a conseguir sólo lo que merece, a perder cuando debe e incluso cuando no. Anoche, en Vila-Real, el fútbol regaló un triunfo rara avis para el hincha celeste. Una victoria casi sin querer, de esas que llegan sin esperarlas cuando la cabeza firma otro resultado. Valen igual y, de vez en cuando, no vienen nada mal. “Sarna con gusto no pica”, que diría Luis Enrique.
   
La cuestión es que los 87 minutos anteriores al bote de humo, donde una vez más se mostró que a la estupidez humana, además de no tener límites, le “gusta” el fútbol, ofrecieron a un Celta más pragmático que nunca. Puntuar era un tesoro. Ante una nueva prueba de nivel, el aparato defensivo vigués volvió a dar muestras de su mejoría. No es fruto de la casualidad que el salto clasificatorio haya llegado justo ahora. Desde el partido del Bernabéu, y obviando quizás la visita del Betis a Balaídos, el comportamiento defensivo celeste ha experimentado un crecimiento exponencial. El equipo es mucho más sólido, más contundente, solidario y agresivo. Viéndose dominado por un conjunto superior, se las arregló para minimizar las actuaciones de Yoel. Segundo encuentro consecutivo con la portería a cero.
   
El debe estuvo en zona ofensiva. A la inversa de lo acontecido cinco días atrás, fue el Celta el que se sintió maniatado. Incapaz de hilvanar jugada, los ataques perecían al segundo envío. Rafinha no tuvo el día, tampoco Orellana, Krohn-Dehli o Augusto. A Fontás se le vio algo perdido en labores creativas. La ausencia de Oubiña y la obligada reconversión del catalán restó salida de balón. Sólo Santi Mina pareció entonado. La entrada de Álex López, al que se le espera de la mano de su mejor versión, regaló un par de posesiones largas a los de Luis Enrique y mitigó el asedio amarillo.
   
Con todo, el 0-0 semejaba un éxito ante el sufrimiento en un área y la lejanía de la otra. Fue entonces cuando el Celta destapó un tarro que llevaba años guardado en el fondo del cajón más olvidado: el balón parado. La calle comentará que el episodio del gas lacrimógeno fue lo más surrealista del partido. Cualquier aficionado al fútbol que haya seguido a los celestes durante las últimas temporadas podría rebatirlo. Ganar sin excesivo merecimiento con un cabezazo tras falta de Orellana y un libre directo de Nolito –cuyo gol no debe ocultar su preocupante estado de forma- es un cuadro que hubiera firmado el mismísimo Joan Miró.
   
Al final, victoria y la permanencia un paso más cerca. Tras el turrón, el Celta ha cogido carrerilla y enfilado el camino de la salvación por la vía rápida. La bonanza en 2014 la corroboran los números, incuestionables: 16 puntos antes del parón navideño y 13 desde entonces. Por primera vez en todo el curso, los celestes acumulan cuatro jornadas sin perder, en las cuales han logrado 10 de 12 puntos posibles. En el nuevo año, sólo el Bernabéu y el postrero despiste de Cornellà han podido con los de Luis Enrique. La clave, sin duda, hay que buscarla en la mejoría a nivel defensivo. Además, en ataque, la explosión de futbolistas como Rafinha y Orellana ha incrementado el potencial céltico.

A 8 puntos ya del descenso, restan cuatro triunfos para alcanzar el objetivo. El Getafe, rival en horas bajas, visitará Balaídos para cortar su preocupante mala racha. Con 29 puntos en el bolsillo, vencer a los azulones supondría poco menos que poner un pie en Primera. Que el ritmo no pare.

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