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Foto: lavozdegalicia.es |
La idea nació con un vínculo personal. Héctor, que estuvo cinco años en la factoría de A Madroa, entrenó a uno de los nietos del presidente celeste «que me comentó la idea de desarrollar este proyecto». Sin embargo el paso del club por la ley concursal paró la iniciativa e incluso dejó al técnico sin trabajo. Sin embargo el regreso a Primera reactivó la idea que ahora ha cristalizado: «Hablé con la familia [su interlocutor es Miguel Álvarez, yerno de Mouriño] y les dije que era el momento», comenta Héctor.
Y para México se fue en noviembre pasado, para montar una escuela que comenzó a funcionar el 4 de marzo en las instalaciones del Campeche Country Club, un complejo de la familia Mouriño del que el redondelano también es el coordinador del área deportiva.
La escuela de fútbol arrancó con 65 chavales y medio año después ya han doblado la cifra. «Estamos superados». Trabajan tres días a la semana en los dos campos del complejo, uno de hierba natural y otro artificial. Esta temporada cuentan con seis equipos, desde cadetes hasta chupones (los más pequeños) que han comenzado a competir en diferentes ligas, en alguna de las cuales son líderes. Se trata de Ligas privadas, organizadas por colegios o entidades deportivas en donde el papel de la federación se reduce a expedir la ficha y el seguro. Para paliarlo, la organización de amistosos en la salida más válida. «En Campeche hay poco nivel y es un deporte escaso, allí son muy beisboleros», reconoce Héctor, que aprovechó los primeros meses de estancia en México para conocer el funcionamiento y las instalaciones de otras escuelas, muchas de ellas bajo el modelo de las franquicias. Que no es el caso de la celeste.
Enseguida encontró el diagnóstico y las necesidades a cubrir: «Las principales carencias son a nivel metodológico», apunta. Por ejemplo, son reacios a implantar el fútbol 7. Tampoco lo ha tenido fácil para hacer su grupo de entrenadores, pero después de visitar la facultad al menos ha conseguido rodearse de licenciados en preparación física. En la actualidad son seis técnicos en la escuela. También ha dado los primeros pasos para expandir el modelo europeo de trabajo en el fútbol con algún clinic.
Todo con la idea de hacer de la escuela del Celta un centro de referencia deportivo en su sureste mexicano. «Trabajamos con la idea de ser una escuela referente, queremos que se hable del fútbol campechano y creo que tenemos materia prima para hacer cosas». Aspiran a jugar torneos a nivel nacional e incluso alguno internacional.
No sabían lo que era el Celta
«La ilusión y las ganas lo pueden todo, más si trabajas en lo que sabes y para lo que estudiaste». La frase resume la nueva vida de Héctor Martínez Queijerio (Redondela, 1976) que después de entrenar a la generación de los Jonny, Denis Suárez y compañía en Vigo ha dado el salto a miles de kilómetros y que un año después de asentarse en Campeche reconoce cierta morriña, pero al mismo tiempo se emociona cuando habla del significado de abrir la primera escuela del Celta en el exterior: «Cuando tienes el sentimiento celtista te emociona poder llevar el nombre del Celta tan lejos y poder transmitir su valores».
Un año en Campeche ha sido suficiente para sacar al Celta del anonimato. Recuerda que «cuando llegué allí nadie sabía lo que era el Celta, el Celtic me decían, le costaba un poquito entenderlo, pero ahora, al estar en Primera le televisan todos los partidos y es un poquito más fácil».
Entrenador nacional de fútbol y técnico superior de actividades deportivas, Héctor también tiene entre sus tareas el rastreo de futbolistas en su área geográfica. Javier Que, el mexicano que debutará en breve en A Madroa, fue su primera recomendación después de verle en el Corsarios, el equipo de Tercera División de Campeche.
Y aunque esté feliz en México, no descarta volver a su tierra: «Soy gallego y algún día tendré que volver, pero allí lo tengo todo para realizarme a nivel profesional y personal». Lo primero, la confianza y el apoyo de la familia Mouriño.
Xosé Ramón Castro / La Voz de Galicia
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