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Arbones junto al entrenador Pedrito (Foto: FDV) |
La muerte ha unido con escasas horas de diferencia a dos personas que el Celta ligó en vida. El domingo fallecía Jaime Arbones Alonso, presidente del Celta entre 1977 y 1980. El dirigente que precisamente contrató por primera vez para el banquillo celeste a José María Maguregui, que ayer le acompañaba en el último tránsito. Arbones, que desde hace algunos meses residía en Marbella, fue incinerado ayer en la ciudad andaluza. Sus cenizas iban a ser trasladadas a Vigo, donde el jueves día 2 de enero (19.00 horas), en la Colegiata, se oficiará un funeral en su memoria.
La figura de Jaime Arbones no se contiene solo en el fútbol en lo que a trascendencia social se refiere. Empresario conocido, de arraigada familia, también destacó a nivel deportivo en la vela como miembro del Real Club Náutico de Vigo. Fue comodoro de la institución en los años setenta, durante la presidencia de Fernando Alonso Amat. El amor al mar ha calado en sus descendientes. Uno de sus seis hijos, Jaime Arbones Fernández, es uno de los mejores regatistas españoles, con varias participaciones en la Copa América y la Volvo Ocean Race. Su pareja desde los años ochenta era Pepa Calvet, legendaria jugadora del Celta Citroën de baloncesto.
Como presidente del Celta, Jaime Arbones experimentó la montaña rusa de finales de los años setenta. El equipo, con el portero Fenoy como máximo goleador (cinco de seis penaltis lanzados), había descendido a Segunda en la campaña 76-77. Arbones fue el único que optó a la sucesión de Antonio Vázquez. El inicio de la campaña 77-78 fue tormentoso. Toni Cuervo dimitió como técnico en la décima jornada, se dijo que por no controlar el vestuario. Tras una breve regencia de Pepe Villar llegó Maguregui, que devolvió la calma a la plantilla y la condujo de vuelta a Primera. No renovó, sin embargo. Pedía cinco millones de pesetas. Arbones le ofrecía cuatro. "No se puede entrenar por la cara", argumentó el vasco.
Arbones no pudo estabilizar al Celta en la máxima categoría. La deuda se había disparado. El número de socios bajó de 12.000 a 9.000. Hubo salidas y entradas en la directiva. Las lesiones de Juan, Ademir o Fenoy lastraron a la escuadra. El arquero empezó a reclamar un mejor contrato. Un socio, posteriormente expulsado, agredió al árbitro Pes Pérez e incluso se produjo una amenaza de bomba en Balaídos, bien que falsa. El Celta regresó a Segunda en unas jornadas finales marcadas por las sospechas de primas o sobornos en otros competidores.
Tampoco cuajó el proyecto de la Liga 79-80. No tuvieron éxito las apuestas de Arbones por Pedrito, primero, y por Carmelo como su sustituto. Jaime Arbones, cansando de las invectivas del público, decidió dimitir. Pero ni su hermano Rodrigo, en la transición, ni Elías Alonso, que comandaría la posterior resurrección del club, pudieron impedir el descenso a Segunda B.
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