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Foto: Ricardo Grobas |
El fútbol concede extrañas coincidencias. Si Iago Aspas arrancó su carrera profesional con Bernardo, aquel guardameta del Alavés, posteriormente del Recreativo y después del Huesca, como talismán, Santi Mina ha encontrado el suyo con apenas una decena de partidos en el primer equipo: Iago Herrerín. El guardameta del Athletic Club ha estado presente en los dos goles que ha marcado el jovencísimo artillero céltico en su todavía recién iniciada carrera en la élite.
Lo estuvo el día en el que se inauguraba el Nuevo San Mamés. Herrerín pasará a la historia por formar parte del primer once del Athletic en el nuevo escenario de los sueños rojiblancos, pero también por ser el portero que encajó el gol del nuevo artífice de los sueños celestes. Y tuvo una importancia vital, ya que el buen centro de Toni lo convirtió en pase de la muerte con su salida a destiempo. Santi Mina puso la cabeza esperando que pasase algo, y ese algo pasó. Gol y la esperanza céltica de una remontada final en los últimos minutos se alimentó.
Aquel gol no tendría finalmente consecuencia alguna. Casi ni se celebró. Apenas le dio tiempo a dedicárselo a su novia con el gesto del corazón y poco más, pero interiormente lo recordará para siempre. Unas semanas después se volvieron a ver las caras Santi Mina y Herrerín. Se midieron varias veces e iba ganando el meta vasco, que salvó un mano a mano en la primera mitad y sacó un gran cabezazo con maestría, pero el vigués aún no había dicho su última palabra.
Santi Mina tiene la habilidad del goleador, la de oler la sangre. La olió cuando creyó que Gurpegi podía errar el despeje, tuvo el acierto de ir a aquel balón, y tuve el empeño de pelearlo aún cuando todo apuntaba a que Herrerín lo blocaría sin problemas. El meta se hizo un lío y Mina lo peleó, lo rebañó, se levantó y disparó con el portero tumbado. Gol, victoria y la eliminatoria en el aire. Mina ya es mayor de edad. Es hora de buscar más víctimas que su talismán Herrerín.
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