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Foto: EFE |
Si existiese un botón para hacer desaparecer la memoria,
como en la maravillosa película de Michel Gondry ¡Olvídate de mí! (The Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004),
estoy seguro de que el celtismo elegiría dejar en blanco la noche de ayer. Y es
que a veces vivir en la ignorancia nos hace más felices que el saber. El Celta,
pues, se presentaba en el partido de vuelta de Copa con la esperanza de
competir. Pasar de ronda sería el regalo navideño (envenenado) que pocos querían
pero no estaba tan lejos tras el buen resultado de la ida. A nadie le hubiese
importado quedar eliminado. Pero como todo en esta vida, hay formas y formas de
hacerlo.
Luis Enrique decidió mezclar suplentes y titulares con la única
sorpresa de un Rubén Blanco que suplió en la portería al siempre eficiente
Sergio. Un palo para el de Catoira, que salvo lesión/sanción no disfrutará de
muchos más minutos esta temporada. Y flaco favor, visto lo visto, a un Rubén
superado todavía por la juventud en algunas acciones. Suena a que la decisión
llevaba tiempo tomada, pero no deja de ser cuestionable. El resto del once, en
la tónica del Lucho: Toni volvía al lateral izquierdo, Vila debutaba como
titular en la zaga y Krohn-Dehli se ocupaba del medio campo junto a la otra
novedad, Levy Madinda.
Los dos últimos definen el partido: timorato y fuera de
sitio el primero, enérgico y destacable el segundo. El danés, habiendo perdido
la titularidad y teniendo el marrón de jugar en una posición que no es la suya,
hace notar su desgana. Sorprendería mucho que aguantase una temporada más con
el asturiano en el banquillo. El canterano, por su parte, fue el único jugador
desequilibrante de los vigueses. Sus arrancadas metieron el miedo en el cuerpo
a los de Bilbao, que solamente pudieron pararlo agarrándolo de la camiseta. Y
además repartió juego con criterio (cuando pudo) y no escatimó energías en la
presión. Sorprende su total carencia de minutos en este equipo vistos los
desastres de la sala de máquinas fin de semana sí, fin de semana también.
El desastroso partido de un jugador fuera de sitio provocó
inmediatamente que resaltasen los defectos del otro jugador a quien no le
beneficiaba la posición. Toni, una vez más en el flanco izquierdo, fue una
bendita solución para el pobre (y aún así suficiente) partido del equipo local.
Susaeta, Muniain y compañía se cebaron en su banda teniendo como colofón el
segundo gol al borde del descanso. Al coruñés le ganan el segundo palo teniendo
toda la ventaja en una acción que evidencia sus carencias para defender, sea
cual sea la posición que ocupe en el campo. Claro está que cuanto más atrás
sea, más grave será el error.
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