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Foto: Xoan Carlos Gil |
Es digna de estudio la capacidad del Celta para regalar una
sonrisa un día y arrebatarla una semana más tarde. No sólo invirtiendo el
resultado, sino también un fútbol que en la noche de ayer recordó al de los
peores momentos. El del Rayo no fue el peor encuentro de la temporada porque lo
de Getafe resulta difícil de superar. Pero se le acerca. Sin intensidad, sin
chispa, contemplativos con el rival e incapaces de crear peligro.
Los vallecanos, una
vez más, profanaron Balaídos –algo que ya no es novedad para los rivales- en un
partido con un guión muy similar al de la temporada pasada. Le tienen tomada la
medida al templo celeste. Primero Bolo, luego Piti y esta vez Trashorras. El
jugador que no valía para Segunda dominó el partido a su antojo, beneficiado
por la tímida y desorganizada presión celeste. Se cuentan con los dedos de una
mano las disputas que cayeron del lado local durante los 90 minutos. En todas
estaba Augusto, alma de un equipo al que le faltó espíritu. En ninguna Oubiña,
en una de las peores actuaciones que se le recuerdan.
Por encima del capitán, el gran señalado de la
noche es Toni, silbado incluso por algunos sectores de la afición. El coruñés
firmó un encuentro lamentable, dando la razón a los que claman por otra opción
para el lateral. No se le puede negar sacrificio y entrega, pero el paso de los
partidos ha demostrado que el experimento de Luis Enrique ha sido erróneo. No
sólo no mejora, sino que cada día ofrece un nivel inferior. Le está haciendo
daño el puesto y es hora de que el técnico maneje otras alternativas, esté o no
Aurtenetxe. Lo necesita el equipo, y también el jugador.
Sin embargo, por
muy malo que haya sido el encuentro del canterano, focalizar la derrota en su
figura es un error. Tampoco fue el día de Álex López, de Nolito o de Santi
Mina. Mucho menos de Charles, cuyo rendimiento desde el mes de septiembre es
muy preocupante. Su mejor versión parece haberse perdido en el cielo de Bilbao
tras aquel penalti errado en el Nuevo San Mamés. Pide banquillo a gritos, pero
la falta de alternativas lo mantiene en la titularidad.
El Celta acumula
siete jornadas sin ganar en Balaídos y más de cinco partidos sin anotar un solo
tanto. Es el peor local de Europa. Luis Enrique asegura que lo importante es
conseguir puntos, da igual donde. Se equivoca. Por muy gratificante que
resulten los triunfos en la Rosaleda o el Sánchez Pizjuán, son incomparables a
una victoria en Balaídos. El aficionado paga por acudir a su estadio a ver
ganar a su equipo. La química generada cada 15 días en casa lo mantiene
enganchado al mismo. Si cada encuentro en la ribera del Lagares se convierte en
un martirio, mal asunto. Para comprobarlo, sólo hay que echar un vistazo a las
dos últimas temporadas.
Calmado el cabreo,
toca soportar el parón y pensar en Anoeta. Consuela el hecho de que la mejor
versión del Celta se ha visto a domicilio y ante rivales de cierta entidad.
Preocupa que San Sebastián no pertenezca a Andalucía. El objetivo debe ser
rascar algo para recibir al Almería con la tranquilidad suficiente como para
romper de una vez por todas la mala racha en casa. Tarea complicada, no
imposible. Y menos para este Celta, capaz de lo mejor y de lo peor, de brillar
en el Pizjuán y perder todo el arte a orillas del Atlántico. Ya lo decía más de
uno en la grada: “en Balaídos no suena flamenco”.
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