Rianxeiros y la selección natural


Foto: Carlos Moret / EFE
Destacaba Luis Enrique al término del Málaga - Celta del pasado sábado a la afición local, por el apoyo incondicional que había dado a su equipo en un día muy difícil. No debió ser fácil para los malaguistas de corazón ver a su equipo caer derrotado de forma clara por un equipo que, a priori, era de los más fáciles del campeonato, que se presentaba en La Rosaleda después tras ocho partidos sin conocer la victoria, en puestos de descenso y con muchas dudas. Ese equipo fue capaz de endosarle un cinco a cero a un equipo que el año pasado se codeaba con los grandes de Europa y que estuvo a punto de eliminar al Borussia Dortmund de la pasada edición de la Champions League. 

No, no debió ser fácil. Por eso fue meritorio escuchar en los instantes finales del partido los cánticos constantes de  apoyo a su equipo en un día complicado. Ese apoyo contrastaba aún más con lo vivido tras el cuarto gol de Nolito. Entonces las cámaras enfocaron a las gradas donde una riada de aficionados enfilaba los vomitorios de salida del estadio. Se produjo en ese momento una selección natural, provocado por diversos factores. Por un lado, el mal resultado del equipo, y por otro el inminente comienzo del partido entre el Barcelona y el Real Madrid. 

Por desgracia, no es el celtismo el único que padece los rigores de esa bipolaridad instalada en el fútbol español. Se han empeñado en que todos, de algún u otro modo, tomemos partidos por uno de los dos llamados "grandes". Fundamentalmente desde los medios de comunicación, que contaminan todo el tiempo con sus informaciones, los mismos que nos hacen elegir entre PP y PSOE, los  mismos que siempre nos dan a escoger dos opciones como si no existiesen más. Así se dan casos de aficionados de equipos humildes, que además lo son de uno de estos equipos. 

Así estaba La Rosaleda a 20 minutos del final del partido. 


En muchas ocasiones hemos cuestionado desde estas mismas páginas esto. No lo vamos a hacer hoy, es una simple cuestión de elección, cada uno sabrá lo que debe hacer y qué opciones elegir en su vida. Lo cierto es que el sábado, muchos aficionados, bien sea por el resultado, porque no aceptan ver perder a su equipo, o porque tenían ganas de marcharse para ver otro partido, prefirieron dejar al Málaga e irse cuando aún restaba bastante partido por delante. Las cifras oficiales hablaban de 19.000 personas en La Rosaleda, y cuentan las crónicas que vieron los últimos minutos apenas cinco mil personas. 

Rianxeiros hay en todas partes, y el sábado se produjo una selección natural que separó el polvo de la paja en apenas un cuarto de hora. Catorce mil se marcharon, y cinco mil se quedaron animando al equipo, apoyándolo hasta el último momento. Cuando el árbitro pitó hubo silbidos, porque el equipo tampoco merecía otra cosa, pero esos aficionados se merecen todo el respeto. Estuvieron con su equipo, por encima de lo adverso del resultado. Lo vivido en Málaga no es ajeno a otros muchos campos de España, donde, en idénticas circunstancias, se produciría una selección natural similar. ¿Qué pasaría en Balaídos? 

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