La Otra Crónica: bálsamo


Foto: Pepe Ortega
Se borraron de un manotazo (literal) todos los males de un Celta muy necesitado en la tarde de ayer. Desaparecieron los viejos fantasmas y se erigieron nuevos héroes. Luis Enrique dio con la tecla y hundió a un Bernardo Schuster que recibe ahora la patata caliente que antes estaba en las manos del asturiano. El equipo vigués desplegó por fin todo el fútbol que lleva dentro y los goles llegaron como un relámpago destructor a la ciudad andaluza. No se podía pedir más.

Surgió la proeza desde la coherencia. El Lucho aplicó la lógica en la alineación dejando de lado los experimentos pasados y fallidos. Cabral y Aurtenetxe suplieron a Cosas y Toni en la zaga ofreciendo una solvencia defensiva que se echaba mucho de menos. En la medular formaron Borja Oubiña, Augusto Fernández y Álex López. Pero el primero por fin, tras la evolución en la tragedia con el Levante, por fin liberado y lejos de los centrales. Esto provocó una reacción en cadena que ya se venía echando en falta: Álex López liberado de toda función combinativa rompió a jugar cerca del área siendo Fernández el que más ayudó en defensa. Una media, por lo tanto, rocosa y hábil. Poderosa y talentosa.

Así, el trío atacante encaró más la portería que nunca. Nolito, Charles y Santi Mina se sintieron más arropados y se movieron con agilidad volviendo loca a la defensa del técnico alemán. Quizá fue el juvenil el más apagado, pero no se le puede negar trabajo e insistencia. Manuel Agudo Durán, por su parte, explotó a jugar. Incisivo, regateador, mortal de necesidad. Tiene que jugar lo máximo posible aunque a veces desespere. Su gol en la tarde de ayer lo ratifica como diferente. El punto de calidad que necesita el Celta. Charles fue el otro fútbol. Recibió golpes de todos los estilos y colores del joven aprendiz Chen y su maestro de lo vil, el infame Weligton. No desesperó. Sirvió a sus compañeros de buenas opciones y fue recompensado con el quinto gol tras asistencia de David Rodríguez en la segunda parte.

El partido era propicio y por eso el banquillo funcionó, pero no deja de ser buena noticia que los tres cambios hayan producido cosas positivas. Fabián Orellana, defenestrado por su infantil error el lunes pasado, ofreció su versión más participativa moviendo el balón sin descanso en la media. Esa es la actitud. Madinda sigue llamando con ofrecimiento y buenos pases a la puerta de la titularidad. Recuerda por momentos a una joven e inexperta versión del glorioso Makelele. David Rodríguez la tuvo y la falló. Pero no deja de ser buena noticia que la haya tenido y haya participado: el golito llegará en partidos así. Y su asistencia incide en su virtud menos comentada, aquella que nos dio tantos puntos en segunda: es un jugador tremendamente generoso.

Más plácida de lo esperado fue la sobremesa del sábado. El Celta se jugaba la vida y respondió. Álex López comandó y Augusto trabajó. La lógica se impuso y ya era de que la pelota entrase. Aurtenetxe muy serio en defensa, tímido en ataque. Pero todos sabemos que los equipos se construyen desde la confianza defensiva y el vasco aportó lo que el equipo necesitaba en una tarde tan difícil. Y para todo lo demás, Andreu Fontás. El catalán sigue trabajando y creciendo más y más, acallando a los más escépticos con buen fútbol. Hacía falta paciencia con él y los frutos van llegando. Cada vez más contundente al corte, inexpugnable por arriba, brillante sacando el balón. No necesitaba el ex del Barcelona la ayuda del mediocentro para partir con la pelota jugada. Se defiende bien solito y su atrevimiento despeja el panorama. Oubiña, liberado. Y el Celta, desatado.


Viene ahora un partido para disfrutar y quién sabe si para sacar algo positivo. El Tourmalet se avecina, pero el Celta solamente puede crecer. Con los pies en el suelo, pero con la seguridad de que rompiendo a jugar con los jugadores bien alineados no existen muchos rivales que le hagan sombra. Esto va a ser difícil, largo y muy aciago. Pero lo acaecido ayer en Málaga es el punto de inflexión. Faltaba el gol y éste llegó como una explosión de colores. Ahora hay que seguir y seguir.

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