De aquellos polvos vinieron estos lodos. El Celta de un Luis
Enrique cada vez más apático y desconcertante tuvo que luchar en el día de ayer
contra la ausencia de un plan B y contra la ley de la compensación. El Elche,
maltratado la jornada anterior por el infame Muñiz Fernández, venía a Balaídos
a lo suyo. Y lo suyo, ordenaditos atrás y afilando en las contras, le salió de
rechupete. Si a eso unimos la ayuda de Prieto Iglesias, cómplice de pérdidas de
tiempo y fragilidad de los jugadores ilicitanos al caerse al suelo, la jugada
es redonda.
Pero no conviene pararse mucho en la compensación arbitral a
pesar del gol legal anulado a un intenso Santi Mina. Conviene, principalmente,
analizar a este Celta que huele a gaseosa. Y no por experimento, si no por
deshinchazón generalizada. Mucha espuma en un principio, poca sustancia en la
continuación. Tan sólo tres jornadas tardaron los entrenadores de Primera en
estudiarse el librillo de Luis Enrique. Y su sistema, tan ilusionante en un
inicio, comienza a hacer aguas demasiado pronto.
Las razones, múltiples. Contra el Elche resaltaron todas:
falta de ayudas en medio campo, poca movilidad, ausencia de presión,
descoordinación defensiva. Y el rival que puebla el medio campo y retrasa la línea
de presión para tapar la salida del líbero en ataque, de nuevo Borja Oubiña en
la tarde de ayer. Se creó, por lo tanto, un tapón que provocaba pases en corto
entre centrales y pivote. Sin solución, sin continuidad. Con Álex López y
Rafinha escondidos, la sala de máquinas cortocircuitó.
La primera parte, generosa. Porque el elche mereció dos o
tres goles sin apenas esfuerzo. Los del Lucho se descosían, saltaban las
alarmas en la zaga merced a un David Costas timorato y cada vez más venido a
menos. Tan sólo Fontás pareció entonado en labores ofensivas desde la cueva a
la que se autosometía el equipo vigués. El catalán condujo el balón con
seguridad y filtró buenos pases entre líneas cuando tuvo ocasión. Hugo Mallo y
Toni estuvieron presentes por los flancos, especialmente el segundo, pero con más
voluntad que cabeza. Más de 20 centros dio el coruñés y ninguno de forma
acertada.
Tampoco hubo chispa arriba hasta la salida de un Krohn-Dehli
que mostró su mejor versión. Sin duda el jugador más valioso del partido para
los celestes. Hizo todo lo que no supieron hacer sus compañeros con
anterioridad: ofrecerse, buscar el balón, centrar con criterio, mover la
pelota. Claro que ya era demasiado tarde. En una de esas temibles (y
abundantes) contras, Hugo Mallo no acierta en el salto y Costas pierde su
marca. Javi Márquez, rápido pero no en demasía, soltó un zurdazo cruzado ante
el que nada pudo hacer Yoel. A partir de ahí el juego fue exclusivamente
celeste, pero sin premio ni frutos que llevarse a la boca. Tampoco había
sensaciones de dominio aplastante.
Mucho balón, poca profundidad. Y pocos tiros. 270 minutos
sin marcar un gol dicen a las claras que el celta no tira lo que debiera. O no
acaba las jugadas como debiera. Y Luis Enrique, brazos en jarra en la banda, no
supo reaccionar. No varió el esquema, no ofreció soluciones. Tampoco parecía
importarle demasiado. Sí, la plantilla es corta y descompensada. Sí, el celta
encadena fases de buen juego. Pero cada vez son menos y las excusas no dan
puntos. Urge cambio de planes. Y estos no vienen solos.
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