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Foto: Jorge Landín |
En ciertas religiones futbolísticas celestes, ver a Borja Oubiña en un banquillo roza el sacrilegio. El capitán del Celta no ocupó el domingo su habitual puesto de titular como pivote defensivo y siguió todo el encuentro desde el banco al lado del técnico, Luis Enrique Martínez, quien prefirió situar en tal demarcación a Andreu Fontás.
Días atrás, Oubiña señalaba que en el encuentro ante el Granada, cuando no pudo estar por culpa de una sanción, había aprendido mucho del desempeño de su compañero en su puesto. Ayer, trataría de sacar también sus conclusiones en un partido en el que el equipo echó de menos su capacidad para jugar al primer toque hacia arriba y para adelantar la línea de presión en determinados momentos. Fontás, a pesar de realizar un partido correcto, arriesga menos, lo que viene en detrimento de las opciones de sorprender a las defensas rivales.
Si la suplencia de Oubiña fue novedosa no fue la decisión del técnico más sorprendente en el once inicial. Ésta fue la presencia del juvenil Santi Mina en el equipo en lugar de Manuel Agudo 'Nolito', uno de los fichajes del verano y uno de los futbolistas que más caminos ofensivos había abierto en las primeras jornadas.
Así como a Costas se le ha visto siempre tranquilo, a Mina ayer se le intuyó nervioso. Como es lógico, no asumió ni tiene que asumir el peso principal en el juego ofensivo celeste, pero en las pocas ocasiones en las que entró en contacto con el balón apenas creó peligro, perdiendo casi todos los duelos con el lateral del Villarreal, Mario Gaspar. Un pecado original perfectamente asumible y asumido.
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