Ya sólo queda un milagro


Foto: Óscar Vázquez

El Celta se ha quedado sin margen de error. El Atlético destrozó el último comodín que quedaba y obliga ahora a conseguir un pleno en las tres jornadas venideras. No hay otra. Pensar en que otro camino conduce a la salvación es prácticamente una utopía y toca aferrarse a esa esperanza injustificable y perenne que habita el corazón del celtista. La oscuridad lo invade todo, pero aún se vislumbra un resquicio de luz. Por dignidad y por una afición capaz de corearle al equipo con el partido sentenciado y el descenso acechando, es innegociable intentarlo.
   
El resultado lo devora todo e induce a la tristeza y el enfado, pero es necesario mirar más allá. La crónica serena y objetiva habla de un buen Celta en los primeros 45 minutos, superior al Atlético por momentos y con ocasiones claras para abrir el marcador. Los colchoneros apenas inquietaron. Los vigueses minimizaron las pérdidas en medio campo y achucharon la salida de balón rival, logrando que el fútbol se desarrollase en terreno adversario. Por ahí llegaron las oportunidades. El marcador en el intermedio no hizo justicia con lo visto sobre el césped. Tampoco Teixeira Vitienes, fiel reflejo del nivel arbitral español. Elevó el listón bien pronto y tuvo que bajarlo cuando Mario Suárez bordeó la expulsión. Desesperante de principio a fin.
   
La segunda parte fue otro cantar. El Celta se derrumbó cual castillo de naipes cuando Diego Costa aprovechó la enésima verbena a balón parado para adelantar a los rojiblancos. El brasileño, tan bueno como inmaduro, olvidó en su celebración quién le dio la oportunidad de debutar en el fútbol español. Ahí murió el partido. Incomprensiblemente, los vigueses bajaron los brazos y entregaron el choque. El equipo se partió y el Atlético encontró un tesoro al contraataque. La sentencia era cuestión de tiempo. La trajeron Juanfran y Falcao, con gol esperanzador de Augusto entre medias, en dos dianas que dejaron en evidencia la pobre intensidad defensiva del equipo, en especial de un Michael Krohn-Dehli otrora referencia del conjunto y hoy muy venido a menos. Pese a todo, Balaídos no se vino abajo y despidió a los suyos entre aplausos. Fue la enésima lección de una afición que, en un año complicado, ha crecido más que nunca.
   
Hace apenas unas semanas, cuando la derrota en Mallorca acercaba el abismo, el #NonNosRendemos se convirtió en el lema de un celtismo decidido a luchar hasta el final. A día de hoy, la situación es similar o incluso más dramática. En aquel momento, dos victorias consecutivas devolvieron la fe. Ahora hacen falta tres, como las que se consiguieron en el último descenso con el equipo desahuciado y una hinchada mucho más crítica que la actual. El milagro, como entonces, empieza también con el Betis. No queda otra. El Celta ha recibido el tiro de gracia. Está en el suelo, medio muerto, pero aún respira. A ese hilo de vida es al que hay que agarrarse. Es lo mínimo que se debe hacer por este escudo y estos colores que, incluso en días como hoy, le hacen a uno sentirse tan y tan orgulloso. 

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