Cae la luz. Quizá alguien, de esos que me leen, reconozcan éste titulo plagiado. Y digo plagiar, porque esto de ser sincero ya sé que no está de moda en este país. Soy un iluso. Ustedes perdonen y disculpen. Uno que bebió de las fuente del amigo Moix. Y por eso le he pillado el titulo tan de Nietzche, tan negativo y hermoso de uno de sus libros para describir este momento. Y ahora, con estos sentimientos tan encontrados digo lo que siento.
Este equipo no ha descendido hoy. Lo hizo hace ya meses. Lo hizo en Enero , un mes siempre maldito en el Celtismo. Ese mes marca el antes y el después, cuando algo se rompió. O algo no acabó de funcionar. O algo cayó por su propio peso. Lo dejo a su evaluación. Por eso hoy aunque uno sienta pena, sienta dolor, está matizado por quienes lo siento. Lo siento por unos cuantos de esos corazones que nunca le fallan a este equipo. Ninguno de ellos tienen nombre de jugador de fútbol. Porque mejor o peor, estos son los que les afecta en menor medida. A Roberto Lago ya no le afecta, por ejemplo. Ni a Iago, que en mejor o peor medida se irá a ganarse la vida a otro lugar, mientras nos convertimos, el Celta y nosotros, en un extraño recuerdo. Un amable recuerdo fácil de evocar y borrar. Como la primera novia perdida, como el primer amor que un día se fue. Sabiendo que otro ocupará su lugar, como decía la canción de Duncan Dhu.
No, les explico, no me afectan los nombres y los apellido ilustres. Me duele por un grupo de chicos anónimos pero absolutamente necesarios, con los que compartí la presencia en el ultimo derbi en segunda división: Me duele por los imprescindibles Irmandiños, esos chicos que son capaces de hacer encaje de bolillos para alquilar un bus y darse una paliza para animar a sus colores, y lo que significan. Para llegar derrengados un Lunes, después de una derrota, con el animo roto y el cuerpo destrozado para ir a trabajar o a estudiar. También sentirlo por mi amigo Juan "Judas" Vilas, que se ha dejado la vida hoy animando y con él toda la gente de Comando. Y por extensión, seguramente todos los de la grada de Marcador, incluidos ilustres desconocidos, como Jorge, Jacobo, Ferro, Efrén , mis amigos y compañeros de grada, que habrán encajado jornadas laborales para poder asistir y dar aliento hasta desfallecer. Y probablemente como la mayoría de los que ahora mismo leen este panfleto indecente que escribo. Porque por ellos sí merece la pena estar triste, sabiendo que jamás dejarán tirado en la estacada lo que el Celta significa. Ninguno de ellos venderá su amor por un cheque. Es un amor que no tiene precio. Ellos no tendrán otro amor que ocupe el lugar de este equipo. No evocarán este momento con nostalgia, si no con dolor. Por ellos lo lamento. No por otros.
No lo siento por mí. Soy algo viejo ya y sé que después de una caida toca levantarse, toca empezar de nuevo. Como dice uno de los foreros de mi web, nos reagruparemos de nuevo en el infierno. Y de ahí, a la esperanza, a la ilusión. A las mañanas de licor café y buen juego y nuevas victorias sufridas,y a volver a soñar con algo nuevo, con una nueva oportunidad de pertenecer y prevalecer sobre el fútbol de talonario, sobre el fútbol de la presión de talonario, sobre el fútbol de la indecencia y populismo bananero. Pero a ver si esta vez somos realmente fieles a quienes somos. Y no nos olvidamos por el camino. Quizá cambien los nombres, quizá tengamos que olvidarnos de algunos. Quizá tengamos que apostar por Santi Mina, por Yelko o hasta por Madinda. Empezar. Volver a empezar desde el cero absoluto. Quizá tengamos que contratar un secretario técnico que pueda gestionar y apuntalar en lo que la cantera no dé, (porque desde luego Torrecilla no debería de estar ni un segúndo más después del día treinta de Junio) . Reagruparse en el infierno. Donde los hombres son hombres. Donde el fútbol es fútbol. El infierno, donde empezamos y nos convertimos en algo hermoso. Nos vemos allí. La noche no es hermosa. La promesa de que algún día lo será, permanece en el aire.
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