Hay veces en las que el silencio es un bien tan preciado como el oro. Por desgracia, en el mundo del fútbol hay demasiado ruido, tanto que hasta la mayor insensatez puede pasar desapercibida. Algo así debió pensar esta mañana Ángel Torres cuando anunció a bombo y platillo que el acuerdo con Roberto Lago estaba cerrado. No es que el anuncio sorprenda a nadie, ya que era un silencio a voces. El lateral zurdo del Celta firmó por el Getafe en el mes de enero, concretamente en aquella larguísima concentración en Barcelona entre el partido de Copa del Bernabéu y el de Liga ante el Espanyol. De ahí el enfado y posterior rueda de prensa incendiaria de Paco Herrera. El acuerdo era muy anterior.
Semanas después Lago decía en sala de prensa que aún había opciones de seguir en el Celta. No era cierto, pero era lo correcto. No podía decir otra cosa. Y esa versión era la que debería mantener Ángel Torres hasta el día 2 de junio. Una vez terminada la Liga podía anunciar por todo lo alto el fichaje de Roberto Lago y de quien quiera fichar para su proyecto. ¿Qué necesidad había de decirlo ahora?. Por cortesía y respeto a un club que se está jugando la permanencia bien podría estar calladito, pero la incontinencia verbal es un mal difícil de curar.
Particularmente no dudo del compromiso de Roberto Lago. Insisto en que firmó en el mes de enero y desde entonces se ha vaciado en el campo como el que más. Es celtista y quiere que el Celta siga en Primera. Nada que reprocharle en este sentido. Lo confirmó Abel esta mañana en sala de prensa: "No creo que le afecte a Lago porque tiene su corazón con el Celta y estoy plenamente convencido de que va a dar todo mientras vista la camiseta del Celta". Por tanto, no dudo de su rendimiento pero temo que un sector de la afición la tome con él y lo castigue. No ya por el castigo en sí, sino porque eso pueda perjudicar al Celta. Hasta el 1 de junio es jugador del Celta, como cualquier otro de los que no sigan el próximo año. Y serán unos cuantos.
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