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RICARDO GROBAS |
Resuenan ecos sobre guerreros caidos por el Twitter. Nueve de nueve y para el nueve, grita el hashtag más aplaudido. Y eso es bueno. Es bueno tener esperanzas. Es bueno tener orgullo, y como dijo algún crítico a mi anterior artículo, no se debe nunca renunciar a soñar. Y no debemos llorar. Es cierto soñar es gratis. Y a fin de cuentas, todos tenemos en común que el fútbol es nuestro sueño. Nuestro equipo es nuestro sueño. Sobre lo de llorar, hay divergencias. Llorar no es de débiles. Es de gente que sabe lo que tiene y lo que echa de menos. Trabajar para convertir el llanto en risa, es sobre todo, necesario. Es más: es una súplica.
De esos hombres que hacen que lo etéreo de la esperanza se transforme en algo más humano hablo hoy. Nos enseña la vida que todo grupo humano precisa de varios roles. El lider, el guerrero, el obrero, el sanador, el espiritual... De Mario. De nuestro Mario Bermejo podría decirse otras muchas. Pero de esas virtudes mencionadas, sin duda pueden atribuírsele muchas. El lider, que intenta enseñar lo que sabe, aleccionar al novato, instruir al que aprende, corregir al patán. El guerrero, el que se echa a la espalda la tribu, sin miedos, ni pánico al fracaso; el que se deja el alma y el cuerpo en el campo de batalla, o la rodilla en un balòn imposible en la esquina del campo. O el obrero, construyendo en silencio, bajando a buscar el balón allí de donde no viene. También sanador, con goles balsámicos en momentos perdidos, luz en medio de una oscuridad. El espiritual: el espíritu de lucha incansable.
Se dejó el guerrero la rodilla en el campo de batalla. Balón largo a la esquina, a la carrera, con una minúscula posibilidad de llevarse al defensa y asomar al pico del área. Una jugada de tantas otras. La rodilla no aguantó el envite ni la carrera. Hubo un dolor. Pero intentó seguir. Con dolor, sin estabilidad y sintiéndolo cada vez que giraba. Pero lo intentó. No se borró. Siguió adelante hasta que se percató de que era más provechoso salir y dar paso. Quedaba un cambio. Y digo que menos mal que quedaba, porque conociendo a Mario se hubiera quedado pegado al último defensa y esperaría a romperse si fuera necesario para cazar un milagro.
Mario Bermejo me recuerda a los espartanos. Ya cantó la antiguedad sus glorias y dureza en boca de Tirteo.: “es bello morir, en primera línea, como valiente que lucha por su patria”. Mario es nuestro espartano, el hombre duro, venido de tierras nobles y duras, curtido en mil batallas a lo largo de la geografía futbolística. Nadie puede sentir si no admiración por su profesionalidad. Hay maneras de entender el fútbol. Cuando uno descubre a jugadores como Mario hay momentos para esa esperanza que me achacaron haber perdido en mi anterior artículo. Claro que si. La crítica tiene razón. Gente como Mario no se merece que seamos negativos. Porque entonces la rodilla rota el otro día no tendría sentido. El sacrificio no tendría sentido. El dolor no tendría sentido. Porque en primera o en segunda , siempre necesitamos a gente como Mario. Porque como bien decia Bertol Bretch, y lo cantó Silvio Rodriguez, "luego están los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles". El Celta y el celtismo se nutre de ellos. Vive de ellos. No de estrellas rutilantes, no de jugadores que contemplan el fútbol como un negocio, si no de profesionales que son capaces de romperse por defender la nobleza de su profesión. Porque gente como Mario redignifícan la profesión de futbolista, de ese futbolísta sin complejos, bregado y curtido en la dureza, sin halos mediáticos, ni "Max Factor", ni gomina de ultima generación, ni restriegues lascivos con famosilla de turno.
Śi Mario leyese esto le diría que se dejase barba. Déjate barba, espartano. Hasta el día en que vuelvas a pisar el terreno de juego, el campo de Batalla. Déjate barba, como los guerreros antiguos hacían para endurecer su rostro. Para que el día que tus botas hieran de nuevo el césped sepamos del tiempo de tu recuperación, de tu dolor, de tus sesiones de rehabilitación en la soledad de un gimnasio. Para que cuando vuelvas al terreno tu rival, al contemplar los ojos fieros y el rostro duro del Cántabro invencible, sienta un temor. Porque delante de él tiene al guerrero. Y que ya no está herido . Y que está de vuelta en la batalla. Siéntete guerrero. Porque lo eres. Como lo eran los Celtas. Dale duro Mario. Importamos el eslogan pero lo sentimos propio. "Nunca camiñarás só". Mucho ánimo Mario Bermejo.
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