El Celta no se rinde


RICARDO GROBAS

Hay vida más allá de la muerte. Hace siete días, el celtismo se despertaba moribundo, oteando a escasos metros la vieja puerta de un infierno que tan sólo diez meses atrás había conseguido traspasar. Hoy lo hace un poquito más lejos, recuperando las constantes vitales, soñando con que evitar el abismo es posible. La diferencia la marca el minuto 92, ese minuto maldito en una isla, pero glorioso en la ribera del Lagares. Ese minuto que hoy impide dormir a orillas del Ebro y que genera despertares dulces en la puerta del Atlántico. Ese minuto que convierte en héroe a un Mario Bermejo agraciado por la diosa fortuna. Ese minuto que transforma  un mensaje de apoyo en un lema, en una realidad, en un sentir común. El Celta no se rinde. #NonNosRendemos
   
Aunque agónico, el tanto final del cántabro hace justicia a lo visto sobre el terreno de juego. El Celta fue el más ambicioso de dos equipos conservadores, el más atrevido en el partido del miedo. Buscó al rival desde el comienzo, con más corazón que cabeza. El fútbol volvió a abofetearle cuando menos lo merecía. Insa, soberbio durante todo el choque, cometió una falta absurda que Apoño se encargó de convertir en ocasión de gol. Sapunaru no perdonó la pasividad celeste y llevó el silencio a la grada de Balaídos. El guión de tantas y tantas veces se repetía.
   
El lógico aplatanamiento posterior hacía presagiar un final terrorífico. Sin embargo, a diferencia de otras veces, los de Resino no entregaron el partido, se agarraron a la fe. Augusto, el más creyente de todos, porfió en banda y sacó un centro delicioso. Álex López, recuperando su mejor nivel, revivía las esperanzas celestes. Balaídos rugía, el equipo se envalentonaba. Sólo el descanso frenó la avalancha.
   
La segunda mitad no cambió el guión. Krohn-Dehli, desaparecido desde Navidades, recordó a ese pequeño danés que maravillaba hace no mucho. Él condujo el fútbol ofensivo de un Celta que no encontraba finalización. Hacía falta un cambio. Resino le puso valor. En una decisión arriesgada, retiró a un gris Jony y situó a Park al lado de Bermejo. Antes había entrado Orellana y después lo hizo De Lucas. La artillería sobre el campo. Todo o nada. Cara o cruz. Y salió cara.
   
El gol de Bermejo liberó angustias en Balaídos. Llegó sobre la bocina, a trompicones, resistiéndose a entrar. La espinillera del cántabro ha dado ya 5 puntos a los celestes esta temporada. Además, le ha concedido una semana más de vida, siete días más para soñar. Se los ha robado a los miles de celtistas repartidos por el mundo. Unos celtistas que hoy encaran el día con el alivio de haber salvado un match-ball y con la esperanza de prorrogar las alegrías. Levante es la próxima parada. Allí regresará un Iago Aspas con la obligación moral de recuperar el tiempo perdido, de devolver con goles estos cuatro partidos que ha privado al Celta de su presencia. Será el partido de la confirmación, el que determine si lo vivido anoche es un espejismo o si, como todo el celtismo desea, el sueño continúa. Lo dicho: #NonNosRendemos

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