En el mundo del fútbol ganan los que más goles meten. Esto es una realidad innegable, como lo es que suelen ganar aquellos que tienen más dinero para pagar a los mejores jugadores, y que los que mejor juegan a esto suelen ser los que pueden ganar más dinero. Muchos de estos jugadores han nacido con un don que les permite ganar ingentes cantidades de dinero y reunir fortunas mucho mayores que aquellos que han nacido con el don de salvar vida. La calidad futbolística se paga a precio de oro en los tiempos que corren.
El problema es cuando la calidad futbolística no va aparejada a la humana. Uno puede ser muy bueno con el balón, regatear a los contrarios con maestría, marcar golazos y hacer disfrutar a mucha gente dentro del campo, pero no necesariamente saber comportarse fuera de él. Es algo muy corriente en el mundo del fútbol, y el Real Madrid es, tal vez, el mayor ejemplo de ello. Un equipo que parece el All-Star de la NBA, formado por jóvenes millonarios, sin formación alguna en muchos casos, y con muy poco respeto por los adversarios. Ayer, el Madrid mostró respeto por el Celta en el campo, saliendo a ganar el partido sin excesivos aspavientos, e incluso perdiendo tiempo en los últimos minutos, señal de que no lo veian nada fácil.
Sin embargo, el respeto no debe circunscribirse exclusivamente a los 90 minutos que dura un partido, sino también a las postrimerías. El hecho que ahora os contamos sucedió a la conclusión del partido. Mesut Özil intercambió su camiseta con un jugador del Celta, seguramente ilusionado por llevarse a casa la zamarra de un internacional por la selección alemana, el "10" del Real Madrid ni más ni menos, pero parece que a éste no le importaba tanto la camiseta de su compañero de profesión, así que mientras enfilaba el túnel de vestuarios decidió arrojarla. ¿A dónde? No le importó. El alemán lanzó con desdén la camiseta, sin mirar a donde iba, mostrando un escaso respeto por el jugador con el que había competido unos minutos antes.
En Madrid, donde no tienen claro de qué color es la camiseta del Celta porque cada vez que va al Bernabéu juega con un color distinto, se empeñan en proteger al futbolista y restar importancia al suceso. Se limitan a decir que envió la camiseta a la grada y que un aficionado que pagó por la entrada se fue a casa feliz por recibir la zamarra de un jugador de su equipo. Si hubiesen estado alguna vez en Balaídos, o se hubiesen preocupado lo más mínimo por saber donde está ubicado el túnel de vestuarios del estadio céltico, se darían cuenta de su ignorancia. El aficionado más cercano al túnel de vestuarios está a 30 metros, y desde luego no en la dirección en la que voló la camiseta de Özil. Otra muestra más de falta de respeto por su profesión.
La realidad es que al lado de Özil solo había personal de mantenimiento, algún recogepelotas y los profesionales de la información, periodistas y foto periodistas. En fin, nadie a quien le haga especial "ilusión" esa camiseta. No la lanzó por bondad, ni por hacer un favor, ni por "amortizar" la entrada de un niño y alimentar un sueño. Lo hizo por desprecio a un compañero de profesión. O ni tan siquiera desprecio, por la simple indiferencia que le genera el hecho de tener la camiseta de un rival. Lo hizo porque no sabe lo que es el respeto, y esa es la lección que regaló a los recopelotas que vieron su acción. Niños de las categorías inferiores del Celta, que algún día serán profesionales. Eso es lo que les regaló ayer el alemán.
Muy distinto fue aquella estampa que sacaron nuestros compañeros de Noticias Celta con Andrés Iniesta abandonando el Camp Nou con la camiseta de Iago Aspas a buen recaudo. Un doble campeón de Europa y el autor de un gol que dio un mundial a la selección española, se llevó a casa la camiseta de un chico de Moaña que apenas había disputado poco más de una decena de partidos en Primera. Eso es un ejemplo de deportividad y compañerismo. Un ejemplo, por cierto, que muchos de los que comparten camiseta con Özil también han dado en muchas ocasiones. Que le enseñen a comportarse.
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