Con idéntico amor propio hasta la fiesta del 1 de junio


XOAN CARLOS GIL 
La derrota por la mínima frente al todopoderoso Real Madrid en un encuentro donde los nuestros merecieron sacar al menos un empate debería fortalecer la autoestima de un equipo y una afición que, pese a los tres puntos sobre nueve posibles cosechados por Abel Resino desde su llegada al banquillo céltico, afronta uno de los derbis gallegos más trascendentes de la historia con tanta certeza de unas virtudes recuperadas como necesitada de triunfos inmediatos. Además, al buen sabor de boca transmitido por los célticos el pasado domingo sobre el césped de Balaídos se unen las bondades ajenas con ese ‘cerocerismo’ entre Zaragoza y Granada. Así, el resultado de La Romareda ha dejado a los olívicos a tres puntos de la permanencia momentánea, una condición que lograría en Riazor si supera al eterno rival.

Al morbo tradicional que trae consigo ganar allí habría que añadir la posibilidad de enterrar las mínimas posibilidades de salvación para un conjunto blanquiazul situado a nueve puntos de la permanencia. Aunque las comparaciones sean odiosas, las sensaciones ofrecidas por unos y otros en sus enfrentamientos del pasado fin de semana contra los grandes no tienen nada que ver. Los de Fernández Vázquez constataron en el Camp Nou su gravedad clasificatoria ante un equipo azulgrana flojo, que sólo sentenció al final tras la entrada de Messi. Mientras tanto, el Celta ofreció una lección de valentía frente a un Real Madrid que, aún teniendo en cuenta la grandeza de su plantilla, salió con ciertas reservas en Vigo para acabar precisando su mono de trabajo en el 1-2 definitivo.

Los celestes tuvieron la actitud requerida por todos y evidenciaron el gran fútbol que nos han distinguido en los últimos tiempos, aunque sigan fallando en las dos áreas. En la contraria, la excepción actuación de Diego López condicionó la celebración de más goles locales. Cerca de Javi Varas (excepcional durante todo el encuentro y desacertado en las acciones de los dos tantos madridistas), hubo demasiados sustos por desajustes controlables. Seamos realistas. Nadie duda que la calidad blanca podría haber supuesto goles antológicos imposibles de detener, pero los dos del día 10 de marzo fueron demasiado sencillos. Eso sí, de haber tenido puntería los de ‘Mou’ habríamos acabado con un marcador propio del tenis, ya que a la infinidad de remates visitantes se sumaron hasta nueve oportunidades célticos con un inmenso Aspas, demasiado solo arriba.

La presión en campo ajeno y la línea adelantada en terreno propio siguen siendo las principales señas de identidad de Abel Resino desde el banquillo con un bagaje poco constante e irregular, debido a una requerida e inmediata metamorfosis que le cuesta mucho a una plantilla más técnica que veloz o robusta. No obstante, la predisposición viguesa para los 11 partidos que restan parece ser la mejor posible y, siguiendo con esta línea, los adversarios restantes en el calendario (Deportivo, Barcelona, Rayo, Mallorca, Zaragoza, Levante, Athletic, Betis, Atlético, Valladolid, Espanyol) sufrirán al menos tanto como el campeón liguero para evitar la soñada fiesta del 1 de junio. El desenlace será incierto, pero estemos donde estemos para entonces sólo espero que todos tengamos la conciencia tranquila.

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