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CESAR QUIAN |
Tras el desastre de Getafe, el club destituyó a Paco Herrera por los malos resultados y la preocupante espiral futbolística en la que se encontraba el equipo. La gente no entendía algunos cambios, ciertas declaraciones, etc. La entidad que preside Carlos Mouriño apostó por Abel Resino como sustituto para enderezar la nave celeste y tras cuatro partidos el panorama no ha mejorado. Precedido por su fama de ‘salvador’ y el carácter que tenía como guardameta, Resino renovó la ilusión del celtismo con un discurso psicológico muy coherente, aunque faltaba ver cómo se trasladaba su filosofía al terreno de juego.
Debutó con un triunfo agónico por el gol de Bermejo ante el Granada. Sin embargo, el equipo estuvo bastante mal durante todo el encuentro. Presión arriba y una defensa adelantada fueron los principios ofrecidos por el técnico toledano en un colectivo que asombró durante un cuarto de hora para diluirse después por falta de gasolina. Luego, tres derrotas consecutivas (Sevilla, Real Madrid, Deportivo) para un balance de tres puntos sobre 12 posibles. Siendo racionales, seis con el triunfo de Riazor habría sido lo esperado.
Contra sevillistas y madridistas, el Celta tuvo una notable presencia en ataque. Sin embargo, concedió muchísimas más ocasiones que antaño. Falto de verticalidad durante gran parte de la temporada, Abel se ha empeñado en esta posibilidad mediante una metodología demasiado física para los jugadores que posee. Quizá también deba incluir este apartado en las circunstancias que mencionó tras el derbi en una noche tan aciaga para los vigueses. Ha decidido tirar de los veteranos (De Lucas, Bermejo, Pranjic) y se ha olvidado de la frescura, de los hombres que saben sacar conejos de las chisteras (Orellana, Krohn-Delhi). Ahora, tendrá que encomendarse también a Park, que sólo ha tenido 20 minutos de los 360 que lleva Resino aquí.
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