Un inexorable e indigno tránsito hacia la nada


LOF
El Celta ofreció este sábado una imagen lamentable en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe, donde los azulones derrotaron por 3-1 al equipo de Paco Herrera. Salvo una metamorfosis radical del conjunto céltico, los célticos transitan de forma inexorable hacia Segunda División. Resulta muy duro pensar esto cuando todavía faltan 14 jornadas, 42 puntos en juego y sólo cuatro nos separan de la salvación, pero las constantes futbolísticas del colectivo no ofrecen ningún argumento sólido desde la perspectiva más optimista para darle la vuelta a la situación. 

Los jugadores adolecen de la actitud imprescindible para ganar un partido. Ya no saben a qué juegan. ¿Temor? ¿Ansiedad? ¿Presión? ¡Venga ya! Tienen que correr, luchar y evidenciar una ambición inexistente. Nadie les echará en cara que las cosas no salgan, pero sí, con razón, la inercia autodestructiva en la que residen. Además, su técnico bipolar (un día sustituye a Oubiña por Vila y a la ocasión siguiente opta por Insa) caldeó todavía más el ambiente cargando sobre Aspas después de la derrota. ¿Si tan mal está no podía haberle sentado de inicio o en anteriores partidos? ¿Nuestro único activo es el crack de Moaña? ¿Ayuda cargar contra tus futbolistas cuando si ellos lo hacen se van por la puerta de atrás o calientan banquillo semana tras semana? 

Herrera se ha ganado el cariño del celtismo por su gran profesionalidad y entrega. Sin embargo, ya no es suficiente. Se suele decir que “nos ascendió a Primera”, pero también perdió los papeles en aquella temporada con trágico final en Granada. Urge un nuevo técnico. Tampoco podemos obviar la errónea planificación deportiva con fichajes de escaso rendimiento o presencia (Park, Pranjic). Aquí, el desastre contagia a Torrecilla, Mouriño y compañía. Así, todas las partes de esto todo se encuentran en la UCI, a la espera de un milagro tardío. 

Error. No todas. La afición, miles de seguidores que seguirán estando aquí cuando más de uno se haya ido del vestuario, jaleó en buen número a los suyos en Getafe. Fue la enésima demostración de apoyo. Cada uno hace lo que quiere, pero, personalmente, les habría dedicado una sonora pitada cuando se acercaron al córner para que espabilen. A todo esto y van unas cuántas situaciones semejantes, los jugadores se marchaban para la ducha con unos tímidos aplausos a sus aficionados desde el centro del campo cuando Gudelj insistió para que se acercasen al rincón celeste. El único síntoma positivo de tanta impotencia sería que sintiesen tan abochornados como quienes deciden animarles hasta el infinito. ¿Dónde está su orgullo? Ha costado cinco años interminables volver a nuestro sitio. ¿Vamos a perderlo de esta manera? Reaccionen, señores. Con Herrera o sin Herrera. 

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