El triunfo, la única razón que nos sacará de aquí abajo


BEATRIZ HERVÉS
Quienes están lejos de Vigo saben lo que digo. Una visita a Balaídos para animar al Celta y sentir en directo el devenir de nuestro equipo suele ser un colofón fantástico para el clásico fin de semana de regreso, aunque suele haber un final todavía mejor: salir del campo explotando de júbilo tras una victoria. El avión despegaba en una hora, había que bajar a toda leche las escaleras de Marcador, subirse en el coche familiar, tirar hacia Peinador y facturar antes de tomar asiento. 

Veinte minutos después, la euforia posterior al partido seguía siendo incandescente. Ya con la bufanda celeste de la Copa del 94 atada sobre la cabeza emulando a los ‘ninjas’ y entregado al ‘lololismo’, sentí como el avión despegaba del suelo con el corazón contento por una victoria céltica que nos mete de nuevo en la pelea por la salvación. El equipo no jugó bien. Incluso, pudo perder tranquilamente. Sin embargo, cuando la desesperación ya se mascaba en las gradas, el tanto de Mario Bermejo nos hizo soñar con el final deseado, aunque hubiese que aguantar unos minutos taquicárdicos antes de la apoteosis triunfal.

El comienzo del choque fue tremendo con un Celta valiente, intensísimo que generó varias ocasiones de gol. La vaselina de Iago Aspas nos puso por delante, pero el golazo de Ighalo tras el enésimo regalo defensivo de esta temporada silenció al campo y dejó tocados a los futbolistas. Ya fuese por un desequilibrio táctico progresivo durante el encuentro o por la constatación de la débil moral viguesa tras el empate, lo cierto es el que el conjunto de Abel Resino (qué raro suena no mencionar aquí a Paco Herrera) deambuló por el campo durante el resto del choque, reactivado por momentos con los cambios del segundo período. El Celta no convenció, pero venció en la primera finalísima de las 14 que le quedaban. Cualquier resultado distinto a la victoria habría sido una catástrofe. Sí, hubo fortuna, pero fue la misma que ha desaparecido cuando se requerían sus servicios a lo largo de esta Liga o la que se hace pasar este año por el enemigo para asestar cuchillazos emocionales de difícil recuperación.

El Celta afronta ahora un calendario complicado, sin apenas tiempo para transformarse en ese equipo organizado, pasional y decidido que semeja tan lejano. Difícilmente, los resultados serán idénticos a los del pasado domingo ofreciendo las mismas prestaciones. Hay calidad suficiente para mantenernos, pero ellos no pueden bajar la guardia. Nosotros no lo haremos. Siempre estaremos ahí, aunque seamos menos de los previstos hace unos meses y pocos más de los que había cuando las cámaras miraban para otro lado. Comprendo las meticulosas observaciones periodísticas del día después, así como las reflexiones conceptuales sobre la vorágine del juego, pero prefiero olvidarlo todo porque hemos ganado y el triunfo es la única razón que nos sacará de aquí abajo.

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