Carlos Mouriño vacía su proyecto


SALVADOR SAS
El que crea que la culpa es del entrenador, entonces es un mediocre', dijo el domingo Borja Oubiña. Seguramente, el capitán desconocía entonces que Carlos Mouriño ya había empezado a buscar un sustituto para Paco Herrera.

El mismo Carlos Mouriño que hace apenas dos meses dijo que quería que el técnico continuase 'en Primera o en Segunda', el mismo que hace menos de una semana reiteró su 'confianza' en el entrenador, el mismo que fracasó con siete técnicos diferentes hasta que Paco Herrera rescató al Celta del desierto de la Segunda División y del pozo amenazante de la Segunda B. Hoy, del proyecto de futuro de Mouriño sólo queda el vacío de sus palabras. Palabras sin valor alguno vistas las circunstancias. Señaló a Herrera en lugar de a su ombligo y, lo que es peor, ni siquiera le ha tratado con el respeto que se merece, el que se ganó con un comportamiento ejemplar durante dos años y medio. El que tuvo ayer, sin ir más lejos, durante una despedida en la que dio una lección de caballerosidad y elegancia. Se fue sin levantar la voz, sin reprochar nada a nadie. Al contrario, sólo tuvo palabras de agradecimiento. Incluso para los que han puesto punto final a su etapa en el Celta siendo tan responsables o más que él de la marcha del equipo esta temporada.

Obviando la absoluta falta de delicadeza de Mouriño, Chaves y compañía para con Herrera –quien conoció su cese ayer al mediodía de boca del presidente, cuando su despido era ya vox populi–, tal decisión desnuda las carencias de una planificación deportiva que de ninguna manera se puede achacar única y exclusivamente a Herrera, como resulta evidente.

En primer lugar, el máximo responsable es el presidente y, junto a él, su director general, Antonio Chaves, quien controla cada uno de los movimientos que se llevan a cabo en el club cualquiera que sea el ámbito: económico, deportivo, márketing, comunicación... Ellos fueron quienes decidieron, por ejemplo, establecer un reducido tope salarial que complicaba sobremanera el objetivo que anunciaron tras el ascenso a Primera: fichar a cuatro o cinco jugadores que marcasen las diferencias.

Aquí entra también en juego el director deportivo, Miguel Montes Torrecilla. Sobre este 'tridente' debe recaer la responsabilidad de que el fichaje estrella de la temporada, Park Chu-Young, haya resultado un completo fiasco. Suya fue la decisión de invertir 1,7 millones de euros por el 50% de los derechos federativos de Augusto Fernández, quien tampoco ha respondido a las expectativas. Y suya fue la decisión de no incorporar a ningún goleador en el mercado de invierno, a pesar de que la falta de pegada del equipo es una evidencia. Como suya es también la responsabilidad de contratar a Pranjic, para quien todavía intentamos buscar una ubicación.

Su excusa será, cómo no, que no pueden permitirse excesos en materia económica. El problema es que al mismo tiempo no pueden vender que el Celta es uno de los clubes más saneados de Primera y que va a tener seis millones de euros de beneficios este curso. Porque, mientras tanto, sus rivales por el descenso se han reforzado mucho mejor y porque el ahorro llevado a cabo en enero hace seis años –Mouriño rechazó a Carew, que estaba apalabrado, para incorporar a Bamogo– ya costó un descenso.

Abel Resino, noveno técnico de Mouriño en sólo siete temporadas, recoge el testigo de Herrera. Pero el señalado no será él si el equipo no reacciona. Esta vez, el que tendrá que responder ante la afición será el presidente y máximo accionista del club y, junto a él, su director general y su director deportivo. Sobre todo teniendo en cuenta que el perfil de entrenador al que responde Resino poco o nada tiene que ver con la filosofía que han defendido a lo largo de los últimos años, primero con Eusebio y después con el propio Paco Herrera. Tan vacuo el proyecto como las palabras.

Evidentemente, los jugadores tampoco pueden quedar libres de su cuota de responsabilidad. Muchos no han estado a la altura de las expectativas y ellos son los principales culpables de los resultados cosechados por el equipo. Tanto en la victoria como en la derrota.

A nadie se le escapa que las palabras que Herrera dedicó tras el partido del sábado a Aspas han resultado claves en su repentino adiós. Y la decisión tomada por Mouriño no hace sino exculpar a los futbolistas o, al menos, focalizar la culpa en la figura del entrenador. Pero Paco ya no está. Ahora queda el presidente y el vacío de sus palabras.

0 comments:

Publicar un comentario