El instante en que Krohn-Dehli y Aspas hicieron arte


En el fútbol suele haber poca memoria y normalmente los partidos, con sus correspondientes jugadas, suelen pasar a un segundo plano por la proximidad del siguiente encuentro. Anda todo elp personal pensando ya en el duelo copero frente al Real Madrid, pero todavía estoy esperando a que lo sucedido en el minuto 9 del Celta-Valladolid adquiera su merecida trascendencia. Hacía mucho tiempo que no veía algo parecido y en directo la sensación fue aún más sobrecogedora.

Cuando Krohn-Dehli golpeó el balón con la derecha desde su casa en campo propio, los ojos de quien escribe pensaron que el desayuno había tenido efectos alucinógenos porque aquel golpeo potente y raso se deslizó sobre el césped como si estuviésemos viendo un capítulo de Oliver y Benji, como si semejante acción hubiese salido de una creación animada, de un videojuego extraterrestre.

Aspas le echó una carrera a Marc Valiente, se dirigió hacia la portería de Dani Hernández y la pelota de Krohn-Dehli recorrió el terreno de juego para llegar al encuentro de Iago, del mismo modo que los cuerpos encajan a la perfección sobre otro tipo de superficie. El de Moaña habría llegado al fin del mundo con ella en los pies si se lo hubiese propuesto. Se fue hacia el guardameta pucelano y la picó con una clase tan exquisita como la asistencia. La gente se volvió loca en Balaídos. Tras la celebración del tanto, el gesto del ariete con la mano alabó la barbaridad del danés.

Lo que pudimos ver en directo, por la televisión, en los resúmenes o lo que volverán a ver si quieren en esta página no fue un gol. Fue una obra de arte. Hay que enseñársela al resto de la humanidad, ponérsela a los chavales en los colegios y comentárselo a la abuela, aunque no tenga ni idea. Si el Barcelona o el Real Madrid hubiese marcado este tanto, nos habríamos aburrido de verlo. La modestia tiene sus miserias, pero semejante grandeza quedará grabada en nuestros corazones.





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