A veces la magia de gol se ve superada por los ingredientes que ha habido que poner para lograr el truco. Y entre esos ingredientes hay uno que se lleva la palma, el azafrán de todo buen cocinero. El pase al hueco, en profundidad, inesperado y con rapidez, del que ha habido tan buenos chefs en el fútbol. Laudrup, Zidane o Mostovoi estarían orgullosos de lo que vieron en los albores del partido que enfrentó en Balaídos a Celta y Valladolid.
Tras recoger el rechace de un ataque pucelano, Bermejo la aguanta de espaldas y la cede a Krohn-Dehli. El danés, sin tiempo para respirar, abre su chistera y saca una “dehli-catessen” para que el público de Balaídos la deguste. Un pase de decenas de metros, con el empeine, a unos centímetros del suelo que dibuja una diagonal perfecta hacía los pies del otro mago celeste. Iago Aspas se quedó con las ganas de parar el balón, girarse y aplaudir a su compañero.
Después hay que sortear la entrada del defensa y superar la salida del portero Dani. Pero la obra de arte ya había sido dibujada. El rubio escandinavo había dejado otro detalle más de su calidad. En su galería de arte ha colgado un cuadro más, pero aún queda espacio para más. Así lo esperamos todos.
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