Balaídos pierde la inocencia


FILIPA GONÇALVES
Éramos el hijo pródigo que volvía a la élite. Éramos la afición rejuvenecida que retornaba a Balaídos. Éramos los sonrientes ascendidos llenos de deseos por cumplir y sin penas que llorar. Éramos los que se ilusionaban como antaño con la victoria ante el Real Madrid. Éramos los que se embebían con el juego y le hacían muecas a los marcadores. Éramos los que disfrutábamos tanto el presente que no temíamos el futuro. Éramos felices, despreocupados, inocentes. Pero el año ya es viejo y los cuatro partidos que se amontonan en casa sin victoria han abierto una puerta cerrada hace dos temporadas: la del miedo.

EL BETIS, TRASUNTO DE PANDORA

Suele pasar que los enemigos acérrimos, ésos que sugieren cánticos dudando sobre su virtud, provoquen las heridas más abiertas. El Betis es uno de esos rivales que levanta inquina en el celtismo por aquella eliminatoria copera. Y, a pesar del paso de los años, el escozor no pasa. No es que Balaídos sea sevillista, simplemente no es bético. Ni de lejos.

INDULTO A DAVID

Las gradas de un estadio son como un muro en el que grafitear cánticos, ánimos y, también, reivindicaciones. Tanto Marcador como Fondo Preferencia Lateral quisieron acordarse ayer de David Reboredo, celtista confeso, y solicitaron públicamente que le sea concedido el indulto que reclama. Mensaje lanzado.

EL ACUSADO LOÍSMO

La afición del Celta le ha cogido gusto a una sílaba: lo. Para el celtismo, las notas musicales se quedan cortas y ha decidido adoptar como base para la inmensa mayoría de su cánticos durante los partidos el lololó. Los jugadores saben que empiezan a entrar en el corazón de su afición cuando escuchan su nombre entre lololós.

NO HAY ENFADO, SINO DISGUSTO

A pesar de que los resultados en Liga empiezan a ser preocupantes y que los predecesores se alejan a mayor ritmo de lo que se acercan los perseguidores, el celtismo sigue creyendo en los suyos. La acumulación de malas noticias ligueras no provoca, por el momento, enfado, sino disgusto. Pero Balaídos perdió la inocencia.

Atlántico Diario

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