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ALBERTO LIJÓ |
Después de muchos años, ha desaparecido el foso de Balaídos. Una imagen que ya se había hecho clásica durante estos últimos años, desde que la violencia en las gradas obligó a tomar medidas que garantizasen la seguridad de los futbolistas. Algunos apostaron por las feas vallas y otros equipos por el foso, acompañado en ocasiones también de valla. El foso distanciaba a los espectadores del terreno de juego, los alejaba ante la imposibilidad física de superarlo, algo que solo era teoría, ya que era inevitable evitar las invasiones de los terrenos de juego.
Con el tiempo, las aficiones se han ido civilizando, y la tragedia de Heysel hizo comprender a muchos que las vallas podían garantizar la seguridad de los futbolistas, pero no tanto la de los espectadores. En los últimos años han sido muchos los equipos que han retirado las vallas, aumentando la seguridad privada y confiando en el criterio del público. Los resultados han sido muy buenos, y en Balaídos, desde esta temporada, no habrá nada que seperare a los aficionados del césped, nada más que unas vallas publicitarias que no suponen obstáculo alguno. La sensación de cercanía no es tal, ya que la distancia sigue siendo la misma, y ese vacío puede hacer que parezca más. Solo falta rellenar ese hueco con algo. El sábado comienza la Liga, la primera liga sin foso, y seguro que el Estadio presenta ya otro aspecto.
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