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ALBERTO LIJÓ |
Lo de Oliver empieza a ir en serio. A los aficionados colchoneros se les hace la boca agua cada vez que lo ven jugar, y no me extraña. Su juventud, apenas 17 años, no le resta un ápice de descaro y atrevimiento. Conduce el balón con elegancia, con la cabeza levantada y tiene la capacidad de elegir la opción precisa en cada momento. Pero si su trabajo con balón es destacable, no es menos desdeñable su buen hacer cuando no lo tiene. Se mueve bien, ofrece líneas de pase a sus compañeros para descongestionar el juego, se faja en labores defensivas y tiene la intución defensiva para anticiparse a sus rivales.
Talento descomunal sería la definición perfecta para este chaval. Reconozco que acudí a Balaídos para ver, además de al Celta, a este chico que había sonado para vestir la zamarra celeste. Me sorprendió gratamente en el Europeo Sub-19, pero ayer se le vieron muchas más cosas que no se aprecian por la tele. Su desembarco en Vigo parecía muy complicado, pero viendo el partido de ayer, y teniendo en cuenta que Simeone lo ve entrenar a diario y sabe un poco de esto, parece imposible que el conjunto madrileño se desprenda de él. No necesita formación, está ya para jugar. Balaídos así lo reconoció despidiéndole con aplausos. El Atlético tiene futbolista para muchos años y la selección recambio para cuando Xavi diga basta.
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