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EUGENIO ÁLVAREZ |
Corría la Temporada 2009-10. El Celta malvivía en la Segunda División del fútbol español, más pendiente de los puestos de abajo que de un ascenso que, por entonces, parecía ciencia-ficción. Bajo las órdenes de Eusebio Sacristán en el banquillo, el Celta había adquirido un estilo futbolístico notable, pero que resultaba más efectista que efectivo. La posesión, las llegadas, la creación de ocasiones se topaba irremediablemente con la pólvora mojada de sus delanteros. Joselu, la promesa celeste, se empeñaba en golpear el palo una y otra vez, Aspas estaba verde, Saulo loco, y Arthuro... era Arthuro.
Así las cosas, la dirección deportiva del Celta decidió tomar cartas en el asunto. En invierno se decidió reforzar con Cellerino y Papadopoulos, dos delanteros que deberían cambiar el rumbo de un equipo que vagaba a la deriva. El primer marcó un gol, en colaboración con un defensa del Rayo en Vallecas. No hizo nada más, aunque aprovechó el tiempo en Vigo para llevarse una mujer y hacerse celtista para siempre. Gastón Cellerino estuvo el día del ascenso en Córdoba. Un partido, ese Celta- Córdoba, en el que tanto Cellerino como Papadopoulos se hubiesen sentido muy cómodos, por cierto.
Y es que Papadopoulos abandonó Vigo sin marcar ni un solo gol en dos temporadas y medía. Si bien es cierto que gozó de pocos minutos, tampoco demostró gran cosa cuando estuvo sobre el césped. Eso sí, pudimos ver que tenía un amplio conocimiento del juego y una gran ética del trabajo. Virtudes que sirven en un delantero si van acompañadas de olfato de gol. No era el caso. Tal vez el problema era el tamaño de las porterías, o el hecho de que hubiese un portero, pero el caso es que el griego, que se afanaba cuando saltaba al césped, no logró estrenarse en Vigo.
Solo nos dejó goles en pretemporada, especialmente cuando se medía al Ourense, un equipo al que demostró tenerle tomada la medida. Incluso Herrera le dio la última oportunidad ante el Numancia, aprovechando que luce los mismos colores que el conjunto ourensanista, y que el equipo ganaba por goleada, pero ni así. Se llevó la ovación del público, mezcla entre admiración e ironía. Se fue como vino, con el saco de los goles vacío. Un gran profesional, mejor persona. Le recordaremos en el futuro con una sonrisa amable. No se merece otra cosa.
Vídeo de SamuCelta
Vídeo de SamuCelta
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