Querido diario
Han pasado cinco años desde que emprendimos nuestra travesía, y, siendo honesto, jamás pensé que duraría tanto. Los días se hacen largos cuando estás mar adentro, y la desesperación acecha cuando no eres capaz de encontrar tierra. Es demasiado tiempo en este barco, y es imposible adaptarse. Hemos padecido penurias, incluso hambre, y algunos llegaron a perder la esperanza. Tal vez no elegimos el capitán adecuado cuando iniciamos esta aventura obligada. Un búlgaro loco quizás no sea la mejor opción, pero tampoco sus sucesores supieron encontrar el rumbo adecuado. Ni tan siquiera encontramos la solución con oraciones. Nos aprendimos el padrenuestro y el Avemaría y seguíamos a la deriva.
Hemos cambiado la tripulación al completo sin que ninguno de los marineros, llegados desde distintos puntos del mundo, fuesen capaces de enderezar el rumbo. Incluso falló el motor pincipal, pero el grave problema vino cuando falló el auxiliar. Tocaba remar ya que las velas no tenían la fuerza suficiente para mover una nave tan grande. No se puede tener una embarcación de este tamaño si no tienes dinero para pagar el combustible. Menos mal que llegó el Capitán Sacristán y se trajo consigo a una camada de grumetes de la tierra. Al principio estaban un poco perdidos, pero cuando llegó el Capitán Herrera fueron aprendiendo el oficio. Ahora son unos marineros de Primera, preparados para cualquier desafío.
Y hubo gente que quiso hundir el barco, como el famoso pirata Lesma, que desvió nuestro rumbo hace ahora 12 meses. También hubo quienes lo abandonaron como ratas. Pero otros pusieron todo de su parte para que esta aventura tuviese un final feliz. Recuerdo a aquel joven marinero de Moaña que supo variar el rumbo justo cuando nuestro barco se dirigía a un enorme iceberg. Aquel día, recuerdo que era un sábado, el grumete de Moaña nos libró de una muerte segura y al cine de otra película lamentable. Mucho tiempo pasó desde entonces. El Capitán Herrera se trajo consigo a marineros experimentados para que los jóvenes fuesen adquiriendo galones. Uno de ellos es capaz de trabajar noche y día sin despeinarse ni mancharse, siempre impoluto. Otro suele llegar tarde, pero siempre resuelve todos los problemas. Y los hay que tiran del carro como pocos, que animan y hacen equipo. Hemos reunido un grupo de marineros que me han hecho sentir orgulloso. Sé que con ellos llegaremos a nuestro destino.
Y buena falta hará, porque al patrón estos cinco años le han pasado como una apisanadora. Él también ha hecho lo suyo para que volvamos a casa. Y ahí está, ya la puedo ver. La tierra está al final, a no más de 48 horas de navegación. Llegaremos sanos y salvos para que nuestra gente nos abrace. Veo que venís muchos a recibirnos, está lleno el muelle esperándonos para darnos un abrazo común, eterno, apretando al máximo y cerrando los ojos para contener la emoción. Ha sido un trayecto duro, muchos nos dieron por perdidos, pero ahora están ahí, con una sonrisa de oreja a oreja. Pronto estaremos todos juntos. Sobran manos para tanto remo. Si venís, si os quedáis con nosotros, jamás nos volveremos a perder. Y ahora, permitidme que grite, y que ganas tenía, ¡Tierra a la vista!
0 comments:
Publicar un comentario