No pudo ser. El Celta malogró la oportunidad de adelantar en
la clasificación al Valladolid tras verse incapaz de superar al Cartagena en la
media hora que duró la reanudación del choque suspendido el pasado 7 de abril.
Los celestes quisieron jugar un mini-partido de 31 minutos como si sólo durase
5, con un fútbol inviable para los jugadores de los que disponía y sin un ápice
de paciencia y tranquilidad. Al final, reparto de puntos que deja a los
olívicos a 2 puntos del conjunto pucelano a falta de seis jornadas por
disputar.
Cierto que la
empresa era complicada. Vencer un encuentro en poco más de media hora, plagado
de bajas y ante un rival que se juega la vida no es sencillo, pero dio la
impresión de que los celestes pudieron haber hecho algo más. Desde el primer
momento se optó por una ideología futbolística que se aleja mucho de los
parámetros en los que habitualmente se maneja el conjunto de Paco Herrera. El
técnico catalán ya había advertido de que los suyos buscarían un fútbol
directo, pragmático, pero nadie podía aventurar que llegarían a tal extremo.
El plan fue claro
desde el primer momento. Cuando apenas habían transcurrido 5 minutos, Túñez y
Catalá ya habían buscado en largo a De Lucas –la referencia ofensiva en el día
de ayer- en varias ocasiones. Aunque discutible, pues y al fin y al cabo el
Celta disponía de 31 minutos para anotar al menos un gol y no urgía semejante
verticalidad, este patrón de juego podría haber funcionado con Mario Bermejo en
el campo. El cántabro, un experto en bajar el balón, protegerlo y jugar de cara
hubiese sido clave en una propuesta como esta. Sin embargo, con su ya conocida
ausencia y teniendo sobre el campo a Toni, De Lucas y Joan Tomás, lo cierto es
que la fórmula era de esperar que resultase inefectiva.
¿Por qué no un poco
más de pausa, de toque, de juego entre líneas? ¿Por qué fiarlo todo a una
jugada aislada cuando, como ya han demostrado los celestes en más de una
ocasión, media hora puede dar para mucho? La sensación era la de que el Celta
vivían en un descuento de 31 minutos de duración en el que cada posesión podía
ser la última del envite. Faltó calma y sobró ansiedad.
Al final, la mejor
noticia ha sido la conclusión de un encuentro que ha hecho mucho daño al Celta,
especialmente en el plano psicológico. A partir de ahora restan seis finales en
lo que será, salvo debacle deportivista, un mano a mano entre vigueses y
pucelanos. El objetivo es ganar un partido más que los de Djukic y la cuenta
atrás empieza el próximo fin de semana en lo que puede ser una jornada
decisiva. Toca recuperar efectivos –incluido un Borja Oubiña que dio la
impresión de no estar todavía al 100%-, confiar en el equipo y seguir peleando.
Se ha perdido una buena oportunidad, pero no la guerra. Sólo queda olvidar y
continuar remando.
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