Foto: Champy |
Pero llega el lunes
y todo se serena. Los apocalípticos siguen existiendo, pero ya se les escucha
menos, quizás porque es semana de Champions y el Celta pasa a un segundo plano.
Lees la prensa, echas un ojo a la clasificación y la realidad termina por
concederte esperanza. Resulta que el Celta es tercero, a dos puntos de un
Valladolid que tiene un partido más. En resumen, que sigue dependiendo de sí
mismo para cumplir el objetivo. Coges el calendario y observas que a los
vigueses le quedan cinco encuentros en casa y cuatro y medio fuera. Parece
evidente que el ascenso pasa por Balaídos, donde hasta ayer los olívicos no
paraban de ganar.
Es entonces cuando,
ya con las pilas cargadas, echas un vistazo al sábado próximo. Dejas atrás el
derbi y en el horizonte ya sólo está el Hércules. Piensas que una victoria en
Alicante se antoja fundamental, decisiva, clave para no caer en depresión y
seguir creyendo en un equipo que, aunque a alguno se le olvide, lleva tiempo
dando motivos para creer. Recuerdas Elche, Almería, Pucela y sueñas con que el
sábado próximo se pueda repetir lo mismo. Más que soñar, confías en que así
sea, porque este equipo se lo merece y porque, con mejor o peor resultado,
siempre ha abogado por el fútbol para cumplir sus objetivos. De camino a algún
lugar, pasas por Praza América e inevitablemente vienen a tu cabeza las
imágenes de una posible celebración a principios de junio. La fuente teñida de
celeste y miles de personas empapadas de un mismo color. Sonríes y sigues tu
camino, concienciado de que merece la pena luchar.
Y es que señores y
señoras, celtistas, merece la pena luchar. Restan nueve partidos y la media
hora de Cartagena. En total, 30 puntos para cumplir un sueño. Seguimos
dependiendo de nosotros mismos y contamos con un plantel lo suficientemente
capacitado para triunfar. El Deportivo se ha desmarcado, por lo que Celta y
Valladolid se disputarán la segunda plaza de ascenso directo de aquí a final de
temporada. Como bien dijo Herrera, no tenemos tiempo para derrumbarnos, hay que
encajar el golpe y seguir remando, dar el último empujón. Estamos en la recta final
y no es hora de lamentos, pesimismo, ni crítica destructiva. Es momento de confiar
y apoyar a nuestro equipo, no de destruirlo. Recuerden: caerse está permitido,
levantase es obligatorio.
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