Aquel regalo de cumpleaños


Foto: Reuters

Aquel año cumplí la mayoría de edad. No fue un año fácil, pero solamente ese hecho lo hizo especial. Es algo que todos recordamos, el día que cumplimos 18 años. Es como aprender a andar en bici, como el primer día de clase, como tu primer trabajo…En fin, es algo que no se olvida. Y si encima el día que cumples la cacareada mayoría de edad tiene lugar un Celta-Dépor, menos todavía. Y así fue. El último derbi en Balaídos se disputó precisamente el día que un servidor cumplía los 18 años. Bueno, como ocurrirá este año, fue un día después, el 15 de abril de 2007. El caso es que el día antes, tomando algo con los amigos entre risas, cachondeo y algún que otro regalo, un servidor no podía pensar en otra cosa. Era un derbi, y no era un derbi cualquiera. El Celta se jugaba la permanencia y tiempo antes Fernando Vázquez, que llevaba encadenando malísimos resultados y decisiones cuanto menos dudosas a nivel deportivo, acababa de ser cesado y su sustituto tenía nombre y apellidos: Hristo Stoichkov, el otrora Balón de Oro y triunfador (aunque también polémico) miembro del mítico Dream-Team barcelonista.

Las horas previas al partido recuerdo haberlas vivido con mucha tensión. Recién estrenada la mayoría de edad, el mejor regalo sería una victoria que nos diese alas para poder huir del temor del descenso. La llegada de Stoichkov, a quien se le presuponía gusto por el fútbol ofensivo, auguraba cierta garra en los celestes para elevarse a los cielos acabando con el gran rival. Llegaba el Deportivo asentado en la zona tranquila, con un Joaquín Caparrós que no entusiasmaba pero que era efectivo y mucho hacía ya con los remiendos que el señor Lendoiro le dejaba al llegar las vacas flacas provocadas por tantos excesos en los días de gloria del club coruñés. El Celta, por su parte y como adelantábamos al principio de este texto, estaba en horas bajas tras haber alcanzado posición europea contra todo pronóstico el año anterior.

Lo cierto es que a pesar de la posición que ocupábamos había que creer en la victoria. Los dos últimos derbis se saldaban con victoria para el Clta y, a pesar de atravesar un momento deportivo indeseable, un derbi es un derbi y la rabia estaba a flor de piel. Así, al menos, se sentía un servidor al acercarse hacia Balaídos. La tensión era máxima, perder casi nos condenaba al pozo de la Segunda División y los viejos (y malos) recuerdos afloraban. Nadie quería volver a repetir el desastre del año de Champions, nadie quería presenciar cómo el eterno rival nos daba el golpe de gracia como ya hicieran en su momento los Tristán, Pandiani, Víctor y compañía. Esta vez no.

Saltaba los celestes al campo con el once habitual de la temporada, comandados por un Gustavo López en estado de gracia que, a posteriori, recibiría lo habitual en este club desde tiempos inmemoriales: salir por la puerta de atrás a pesar de ser un ídolo como ya les sucediera a Gudelj, Karpin o Mostovoi entre otros muchos. Precisamente Gustavo, junto a Nené (hoy estrella del Paris Saint Germain y aquel año siendo una de las mayores decepciones celestes que se recuerdan), fue quien llevó las jugadas más peligrosas del encuentro ante un Deportivo timorato y casi inofensivo en cuanto a jugadas de ataque se refiere. Eso sí, como es habitual en los equipos de Caparrós, los blanquiazules tuvieron las líneas muy juntas y una defensa casi de hierro por la que era casi utópico pretender pasar.

Pero afortunadamente no fue así. Gustavo López soltó uno de sus habituales latigazos y, entre una marea de jugadores y piernas dentro del área, apareció Baiano. El brasileño, que después de su arranque espectacular el año anterior no disfrutó de su mejor estado físico aquella temporada, desató el delirio poniendo el pie en el momento y en el sitio adecuado. Es difícil, con la perspectiva y la distancia que da el tiempo, recordar con exactitud lo que uno sintió en aquel momento. Pero puedo decir, con toda seguridad, que fue uno de mis mejores momentos como celtista. Quitando todo lo que vino después, que al fin y al cabo hizo inútil aquella victoria y fue el principio de la profunda caída al pozo que todavía hoy padecemos, mis sensaciones en el instante en el que el árbitro pitó el final fueron cercanas a la máxima gloria. Veía cerca la salvación, veía fuerza en aquel equipo y sobre todo veía alegría en una afición hasta entonces hastiada y que explotó de alegría al derrotar al eterno rival.

Fue el mejor regalo de cumpleaños posible. Y uno de los derbis más emocionantes que recuerdo. Este domingo, a las 12 de la mañana y con objetivos muy distintos a los que ambos equipos tenían por aquel entonces, el derbi vuelve a Balaídos después de una larga travesía por el desierto para todos nosotros. Y lo hace justo en la misma fecha en la que Baiano nos “resucitó” aquel lejano 2007. Esperemos que este fin de semana vuelva a ser tan redondo como aquel, que mi cumpleaños sea tan placentero y que el Celta nos regale a todos los celtistas el importante golpe que necesitamos para afianzarnos en la zona de ascenso. Y que el final de la historia sea, en esta ocasión, mucho más alegre que aquella vez. Porque nos lo merecemos.

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