Hay momentos en los que la suerte te sonríe. Instantes en
los que sin saber muy bien ni cómo ni por qué, las cosas terminan por salir de
cara. Situaciones que hace poco tiempo eran impensables y que ahora se han
convertido en realidad. “Vivir en estado de gracia” que se suele decir.
El Celta lleva ya
unas cuentas semanas embarcado en esa vorágine de sensaciones positivas y
acontecimientos favorables. Con un fútbol inigualable en la categoría y
contando con esas dosis de suerte necesarias que terminan por desequilibrar los
partidos, los de Paco Herrera acumulan victoria tras victoria y ya han
establecido tierra de por medio en su lucha por el ascenso directo. El
Tourmalet comenzó en segunda posición, con Elche, Almería y Valladolid pisando los
talones. Una vez finalizado y tras vencer consecutivamente a ilicitanos,
almerienses y pucelanos, siete son los puntos que separan a los vigueses de los
dos últimos y nueve de los primeros, además de haber arrebatado el goal-average
a los de Bordalás y a los de Djukic y de haberlo empatado con los de Lucas
Alcaraz. Inmejorable.
El de ayer no fue
el mejor partido de los tres. El Valladolid, con un patrón de juego muy
definido, maniató al Celta durante muchos momentos, arrebatándole el balón y
embotellándolo en área propia. La excepcional labor de Hugo Mallo y Roberto
Lago, perfectos a la hora de contener los puñales de los pucelanos por banda,
facilitaron el trabajo defensivo, pero no evitaron ni el buen gol de los
locales ni dos oportunidades francas con las que gozaron los vallisoletanos en
el segundo tiempo, especialmente una de Jofre en los últimos instantes que se
marchó lamiendo el poste izquierdo de Sergio.
Pero el gol no
entró y el Celta contó con una oportunidad de réplica que no desaprovechó. Guiados
por un genial Orellana, iluminado en el día de ayer, los celestes habían
rondado el gol durante todo el encuentro, pero sólo Aspas, error de Jaime
mediante, lo había encontrado. Con el empate ya firmado, el fútbol concedió una
última oportunidad al Celta. Orellana paró el tiempo en el área local en un
contraataque que parecía morir ante la falta de velocidad en las transacciones.
Le echó esa cucharada de pimienta a la acción que lo convierte en un jugador
superlativo, cedió atrás y encontró la bota de Joan Tomás, de nuevo decisivo,
de nuevo revulsivo.
Zorrilla estalló, y
lo hizo por los más de dos millares de celtistas que durante todo el choque se
dejaron sus gargantas en el estadio. Puntos al margen, parece que equipo y
afición han recuperado la sintonía y lo cierto es que sería un auténtico bajón
el no igualar al menos la entrada del Almería el próximo viernes ante el
Numancia. No hay excusas: el que quería facilidades económicas, ya las tiene;
el que quería buen ambiente en el estadio, tiene garantizado que al menos los
9.000 de siempre no se cansarán de cantar; el que quería jugadores buenos, no
los encontrará mejores en toda la categoría; el que quería un equipo de
Primera, está cerca de conseguirlo. Ayer Pucela fue celeste, sólo falta que a
partir de ahora Vigo también lo sea. Motivos hay para ellos, la vida es bella.
1 comments:
Madre mía, entre el Celta y este artículo vais a conseguir emocionarme... Jajaja!
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