Esperando su genialidad


Foto: Miguel Ángel Santos / Photogenic
Que es un jugador distinto lo pudimos comprobar desde su llegada a Vigo. En su presentación en el Hotel Pazo Los Escudos demostró toda su timidez. Con la mirada anclada al suelo contestaba las preguntas de la prensa mientras de su boca salía un hilo de voz difícil de apreciar. Decía Paco Herrera que era tímido fuera del campo, pero se transformaba dentro de él. Difícil explicarlo mejor. El chileno muta en una especie distinta cuando el árbitro señala el comienzo del partido.

Ese muchacho tímido se convierte en un futbolista agresivo, que no se arruga ante ningún rival, que es capaz de mandar callar a la grada con la misma facilidad y sencillez con la que luego pide perdón. Tiene esa capacidad de no dejar indiferente a nadie. O le odias o le amas. Le odias hoy y le puedes amar dentro de 10 minutos. Es un jugador diferente, capaz de callar al más crítico y de dejar mal a su más acérrimo defensor.

Ayer estaba de dulce, se veía desde el primer minuto. Tenía uno de esos partidos en los que los jugadores ven en el campo que hay que darle los balones a Orellana. ¿Qué te metes en un lío? Dásela a Orellana y ya veremos qué  pasa. Así fue como llegó el primer gol, Orellana conduce el balón, ve el desmarque de Aspas, se la pone y el moañés no desaprovecha los dos regalos, el del chileno con su pase y el de Jaime, portero del Valladolid.

Tuvo incluso el gol en sus botas gracias a un maravilloso pase de Toni Rodríguez, pero prefirió tirar de heroica, y aparecer en tiempo de descuento para regatear a cuanto jugador vallisoletano se cruzase en su camino y hacer una perfecta definición del pase de la muerte, superando a defensas y portero para quedar franco delante de Joan Tomás. El balón recorrió apenas unos metros en un intervalo de tiempo que pareció ser eterno hasta que el catalán contactó con el cuero y éste besó la red. Orellana había completado uno de sus mejores partidos, cerrando el encuentro con dos asistencias de gol y la sensación de que era imprescindible en el terreno de juego. Por eso Herrera sacó a Aspas del campo esperando una genialidad suya. Y la encontró.

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