El Octavio se ahoga en el océano


Frade encara la portería rival (Marta G. Brea) 
El Octavio se perdió ayer en la inmensidad de un mar llamado Atlético de Madrid, un equipo que campó a sus anchas en As Travesas tras el paso por el vestuario y que no acusó en absoluto las numerosas ausencias (Sterbik, Alberto Entrerríos, Luc Abalo, Jonas Källman Markusen) con las que afrontaba este duelo.

El Octavio, que sigue sin conocer la victoria en esta segunda vuelta de la competición, se defendió como gato panza arriba y llegó al descanso con un esperanzador 12-16, dando una imagen muy distinta la ofrecida en Madrid en la primera vuelta, donde encajó la friolera de 52 goles. El Octavio luchaba esta vez por su orgullo, con la intención de lavar su imagen, consciente de que la empresa de vencer al Atlético de Madrid se antojaba utópica. Pero se hartó de nadar el Octavio para acabar ahogándose en el océano.

El Atlético de Madrid, sin embargo, sufrió en los primeros compases del partido. No se encontraba cómodo en la cancha ante un Octavio que salió valiente, sin complejos. Los primeros parciales apenas reflejaban una diferencia de uno o dos goles, eso sí, con los vigueses siempre por debajo en el electrónico.

El mayor peligro para los académicos llegaba siempre del brazo de Aguinagalde. El Octavio, en cambio, sufría lo indecible para encontrar una brecha en la defensa atlética. Cacheda se hacía aún más pequeño ante las moles que entrena Dujshebaev y el brazo de Nantes no alcazaba la red defendida por Hombrados.
El papel anotador recayó en Cerillo, que se encargaba de mantener con vida al cuadro entrenado por Quique Domínguez.

A los quince minutos, y tras el primer tiempo muerto pedido por el técnico local, entraron en acción Dasilva y Fran González. Al principio parecía que su presencia apenas había cambiado el partido, pero el Octavio fue recortando distancias, aunque guiados igualmente por el brazo ejecutor de Cerillo.
Frade y Barbón también quisieron aportar su grano de arena y con dos goles consecutivos llevaron a los locales al 12-16 hasta el descanso.

Pero la esperanza duró lo que el tiempo de recreo. En la reanudación el Atlético ya no permitió más impertinencias locales. Pisó el acelerador y con un parcial de 2-7 en casi diez minutos dejaba al Octavio con el agua al cuello (15-23). Se estaba desangrando el Octavio poco a poco, pero apeló a su orgullo, a su capacidad de lucha. Quique Domínguez exigía a sus pupilos más juego sin balón, les pedía un esfuerzo infrahumano ante las moles del Atlético. Cerillo aparecía de vez en cuando desde el extremo para sorprender a un Hombrados gigante, que llegaba a cualquier balón que se propusiera. Entonces Cañellas se puso firme y aprovechó un bajón del cuadro académico para llevar a los de Dujshebaev hasta los 12 goles de ventaja. El Octavio se había quedado sin oxígeno.

M. González / Faro de Vigo 

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