El día de demostrar las diferencias


Foto: Ricardo Grobas


Desde que comenzará el mes de marzo, en el seno del Real Club Celta se ha evitado establecer cualquier tipo de paralelismo respecto a la temporada pasada. El tremendo bache que sufrió el equipo con la llegada de la primavera y que lo condenó a la disputa de un infernal play-off ha intentado ser desterrado por completo de la mente de equipo y afición. En todo momento se ha recalcado que este grupo es cualitativamente superior al del curso pasado, más maduro y experimentado y totalmente capacitado para no hundirse ante la llegada de un par de malos resultados. En especial Paco Herrera, quien se ha cansado de repetir una y otra vez que un desastre como el de la temporada anterior no volverá a suceder.
   
Sin embargo, los dos tropiezos consecutivos ante Las Palmas y Huesca han encendido las luces de alarma en la ciudad olívica. Importantes sectores de la afición, con tendencia general a pasar de la euforia al pesimismo en apenas siete días, empiezan a pensar que el deja vù puede convertirse en realidad. Comprensible en cierto modo pues la memoria aprieta, lo cierto es que no hay motivos, al menos de momento, para tener esa percepción. El equipo ha pinchado en Gran Canaria en un muy mal partido – el primero de muchos- y empató en la localidad altoaragonesa en un duelo que mereció ganar cómodamente. El bagaje ha sido pobre, pero las sensaciones no han sido ni mucho menos para preocuparse. Futbolísticamente el Celta tiene argumentos.
   
Por ello, el partido del próximo domingo ante el Villarreal B cobra una gran importancia, especialmente en el plano psicológico. Casualmente, el bache del curso pasado se inició ante Huesca y Alcorcón gracias a dos derrotas consecutivas. En aquel momento, aquello se vio como dos pequeños tropiezos, fáciles de subsanar con una victoria ante el Villarreal B en Balaídos. Pues bien, el filial castellonense se plantó en el feudo vigués y de la mano de Iago Falqué se llevó el partido por un ajustado 0-1. A partir de ahí, la crisis tomó forma y el equipo comenzó a ir cuesta abajo y sin frenos.
   
De nuevo tras dos tropiezos y de nuevo frente al Villarreal B. La historia se repite, pero el final puede y debe ser distinto. El Celta tiene este domingo la oportunidad de marcar las diferencias respecto al año pasado. Una victoria enterraría todos los fantasmas y llenaría de razón a los que no ven similitud alguna entre esta escuadra y su predecesora. En cambio, una nueva derrota ante el filial amarillo serviría para alimentar esos oscuros presagios  que dicen que los vigueses volverán a tropezar dos veces en la misma piedra. El Villarreal B marca la diferencia, la diferencia entre el pasado y el presente, entre el pesimismo y la ilusión, entre la preocupación y la tranquilidad, y-quién sabe-entre el fracaso y el éxito.
   

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