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Foto: José Lores |
Con el visto bueno del árbitro asistente de su banda, Quique de Lucas supo convertir la defensa adelantada del Numancia de una opción táctica a un suicidio. Con la colaboración de Mallo y Oier, dos carreras por su lado en apenas un cuarto de hora significaron dos goles y transformaron lo que podía ser un partido trampa en un partido plácido.
Siguió viviendo en esa línea del fuero de juego, pero tuvo tiempo también de bajar a apoyar al centro del campo cuando fue preciso e incluso de iniciar la acción del tercer tanto. La experiencia, con calidad entra.
Santi Alonso / Atlántico Diario
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