Foto: Champy |
Con más de 450km encima, de patearte Valladolid para acudir a la Plaza Mayor, comer y volver a Zorrilla, aguantar unas colas de media hora, con su consiguiente cacheo personalizado, media hora de espera a que comenzara el encuentro, y 75 minutos de juego igualado con alternativas y un gol por cada bando, llegamos a los minutos finales del Valladolid-Celta entre más de 2.000 celtistas (si, lo repito, más de dos mil).
El equipo local apretaba de lo lindo, tenía encerrado al Celta en su medio campo y los cambios de Herrera solo ayudaban a que el sufrimiento aumentará. Tras el fallo de Jofre delante de Sergio, más de uno, y de dos, estaba cogiendo el bolígrafo para firmar el empate y volverse a Vigo con la sensación de que el punto sería bueno a falta de lo que sucediera en Almería al día siguiente.
Y ocurrió lo que todos habéis visto y vivido. Toni, Joan Tomás, Toni, Orellana, me llevo la defensa y Joan Tomás a portería vacía. Salto, mirada al cielo, brazos en alto, abrazos a los compañeros de fila y la lagrima que comienza a florecer. Pense que me estaba ablandando, cuando me giro y veo a hombres hechos y derechos llorando a moco tendido. Los nervios, la tensión se escaparon y aguantar el tipo era lo más complicado. Admiro a quien pudo ponerse a sacar fotos y grabar videos.
Foto: Champy |
Tres minutos de descuento, de agobio, de comerte la bufanda, la camiseta, la bandera… todo lo que estuviera a mano. Cuando ya no te quedaban ni dedos que comer (donde iban las uñas ya) Melero López pita el final. He vivido momentos enormes tras un pitido final pero el de ayer fue apoteósico. Agarras al amigo, a la novia, a aquel chico de A Guarda con el que has comentado las jugadas, subes filas de grada para abrazar a la gente de tu peña, de tu grupo, con la que sufres domingo a domingo. Lo que se dice y grita mejor no reproducirlo.
Tras unos minutos de júbilo y felicidad total, te tranquilizas, aplaudes a los jugadores que se acercan a saludar antes de ir al vestuario y cantas la Rianxeira. Entonces te encuentras con el que llevas sufriendo y tirando del carro estos 5 años, trabajando cada uno en su colectivo pero a la vez codo a codo, juntos, y te fundes en un abrazo, el más sentido. Él sabe quién es. No sé cómo será el día que ascendamos, pero lo de ayer me hace pensar que todo lo que planeemos, imaginemos o soñemos se va a quedar corto.
Aun quedaba el momento de comunión total, cuando la plantilla vuelve a salir al césped en medio del éxtasis de la grada. Esos dos mil y pico celebraron con los 18 y el cuerpo técnico tres puntos que valen oro de verdad. Con Sergio saltando el foso y subiendo todo un fondo para tirar su camiseta a la Tribuna B. Eso es el Celta y eso es el celtismo.
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