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Foto: Jorge Landín |
El técnico justificó esta decisión al final del partido refiriéndose a los «prontos» del moañés. A Herrera le entró el canguelo y prefirió no arriesgar. Viendo la facilidad que tuvo Valdés Aller para expulsar jugadores en la segunda parte, tal vez no le faltase razón. El colegiado leonés castigaba con ferocidad la protesta, y en ese escenario, Iago Aspas era candidato a ser el protagonista.
Desconfía Herrera del genio de Moaña, y sin embargo es evidente en él una evolución muy positiva. Su carácter, indomable como su juego de piernas cuando el rival le aprieta, es la seña de identidad de un futbolista que ha calado muy hondo en la parroquia viguesa, que le profesa un especial cariño y que se ha acostumbrado a esas especiales características que le convierten en un jugador diferente, para lo bueno y para lo malo. En los últimos meses ha alcanzado una regularidad, de juego y de comportamiento, que hacía pensar que ya había alcanzado la madurez y la personalidad suficiente para gobernar al equipo y a sí mismo en un terreno de juego.
No piensa lo mismo Herrera, que el pasado domingo dejó patente que sigue viendo en Aspas a un rebelde sin causa, un futbolista inmaduro, capaz de dejar al equipo con diez en un calentón. El técnico catalán conoce bien a su futbolista, pero parece que no estaba en Riazor cuando el jugador aguantó estoicamente las provocaciones de Colotto, ni en los últimos partidos, donde Aspas se ha comportado de forma casi modélica. Su madurez es innegable y tal vez vaya necesitando una oportunidad para demostrarlo.
Marcos López / La Voz de Galicia
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