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Foto: as.com |
El choque pintaba
feo desde el principio. El Recre vino a jugar su partido y se encerró atrás,
aunque sin renunciar a dar algún que otro susto aprovechando su velocidad al
contraataque. Los vigueses, víctimas de un mediocampo lento y fallón, eran
incapaces de otorgar rapidez a sus transiciones, facilitando así el trabajo
defensivo de los onubenses. Sólo la chispa de Aspas, de nuevo genial, parecía
capaz de abrir la lata.
Del gris se pasó al
negro tras el gol del Recreativo en su única llegada, y con él el final del
récord de imbatibilidad. Otrora, el encuentro estaría sentenciado y la segunda
mitad serviría únicamente para ver cómo los de Paco Herrera perecían ante su
impotencia e incapacidad. Pero la vida es ahora rosa para los celestes. Los
célticos contaron con la fortuna de cara, esa que otras muchas veces les había
dado la espalda, y fruto del empuje y de la intensidad que le pusieron al
partido, obtuvieron la recompensa. 2-1 y partido remontado en 23 minutos. Ni
soñado.
A partir de ahí, a sufrir
y a asistir a la enésima exhibición defensiva de Oier, quien regresó al lateral
en el segundo tiempo en detrimento de un errático Bellvís (es curioso ver cómo
Herrera concede mil y una oportunidades a otros, mientras sienta al valenciano
tras su primera mala actuación desde que es jugador del Celta). Magnífico
también Borja Oubiña, que compensó su mala primera mitad con un sublime segundo
tiempo, especialmente en labores de contención. Capítulo aparte merecen
Orellana y Iago Aspas. Chileno y moañés se han convertido en la referencia
ofensiva del Celta y, en su actual momento de forma, parecen capaces de subir
al equipo a los altares de la categoría. Sencillamente, espectaculares.
Al final, victoria
holgada en un partido que en otra época hubiese terminado en derrota. El Celta
está cambiando la historia y ahora parece no sólo capaz de ganar los partidos
que se ponen de cara, sino de vencer aquellos que se vuelven en contra. Anímicamente
es una victoria que refuerza más que cualquier otra. Es cierto que se ha vuelto
a encajar, pero también se ha recuperado el gol y el equipo ha sabido darle la
vuelta a un choque complicado. Triunfos como este son más de tres puntos y,
además, sirven para enganchar a una afición en cuyo diccionario no aparecía la
palabra “remontada”. La confianza es cada vez mayor y la sensación de que esta
vez el cuento puede tener final feliz, también. Que el ritmo no pare.
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