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Foto: Marta G. Brea |
Tan silenciosa e inesperadamente como llegó terminará por marcharse. Dimitrios Papadopoulos abandonará el Celta sin haber marcado ni un solo gol. Si finalmente se solucionan unos detalles, se marchará cedido, aunque es casi un hecho que no volverá a vestir la zamarra celeste nunca más. El Levadiakos, equipo recién ascendido de la Liga Griega , parece ser su destino. Además de desearle toda la suerte que no ha tenido en Vigo, cabe hacer balance sobre la infructuosa etapa viguesa del jugador, llena de dudas, silencios y una pizca de incomprensión. ¿Realmente Papadopoulos merecía la categoría de “jugador apartado” por parte del míster Herrera? ¿Es tan mal jugador Papadopoulos como parece?
Mi respuesta es no. Posiblemente me ganaré muchos palos por esto, pero creo que desaprovechamos a un jugador con oficio. Papadopoulos no es Iago Aspas, ni siquiera es David Rodríguez y sus cifras goleadoras no han sido brillantes a lo largo de su carrera. No se le pueden pedir peras al olmo. Lo que sí se le puede pedir al griego, y eso lo demostró las veces que salió al terreno de juego, es ese trabajo sucio que muy pocos delanteros saben hacer: presión y desmarque. Todavía recuerdo su inesperada llegada en la última temporada de Eusebio con el equipo destrozado y sin saber realmente a qué se jugaba. Con un Joselu negado y realmente desesperante en su apatía, la llegada de Papadopoulos (que fue convencido por Gudelj para abandonar el Dinamo de Zagreb) se veía con muy buenos ojos y su debut fue esperanzador. Aunque el gol se le resistió, Dimitrios fue voluntarioso, se movió y presionó bien y sobre todo ayudó a sus compañeros. Tenía carácter, algo que faltaba, y mucho, en aquel equipo.
Personalmente no me importó que acabase aquella temporada sin anotar ni un solo gol. Sus movimientos, asistencias y trabajo defensivo dieron más alegrías que tristezas. “Papa”, como ya se le conocía en la grada, transmitía buenas sensaciones y podía convertirse en uno de los pilares del nuevo Celta que estaba por venir. Finalizó la temporada y con ella el periplo de Eusebio en Vigo. El griego se quedaba y tenía todas las papeletas para ser el delantero titular. Llegaron Paco Herrera y más tarde David Rodríguez como uno de los fichajes estrella de la temporada. A pesar de ello, daba la impresión de que “Papa” y David podrían jugar juntos en una dupla atacante complementaria. No fue así. El griego comenzó a ser relegado continuamente al banquillo y las pocas veces que salía la mala suerte parecía perseguirle sin remedio. El equipo marchaba bien, sobre todo ofensivamente, así que Herrera no se complicó la vida y aplicó las sabias palabras de “si funciona, no lo toques mucho”, algo que sin embargo no dudaría en violar a nivel defensivo en la segunda vuelta. Pero eso es otra historia.
El caso es que comenzó a llegar el descontento: Papadopoulos fue titular en Vila-real contra el filial amarillo en aquel escandaloso robo del penalti inexistente de Falcón y lo cierto es que no estuvo acertado. Quizá no era el mejor partido para él con un equipo tan descarado y un campo tan pequeñito, sin duda le faltaba ritmo de competición como para encarar un encuentro de aquellas características. Desgraciadamente Herrera lo sentenció y pocas veces más volvió a comparecer desde entonces. Incomprensiblemente, ya que no se veía ninguna mala actitud por su parte y su profesionalidad está fuera de toda duda, el míster lo apartó del equipo. Llegaron entonces las curiosas y polémicas declaraciones del griego haciendo alusión a los perros y los gatos, lo cual provocó más de una mofa y un nuevo apodo, “Papadog”. La desgracia se cernía sobre el delantero que, recordemos, fue campeón de Europa con la selección griega y 24 veces internacional.
Mi pregunta es clara: ¿mereció “Papa” ese trato? ¿Fue tan insuficiente su trabajo como para ser olvidado de esa forma? Creo, sinceramente, que Herrera pudo tirar más veces de él (recuerdo una mala racha importante de David el año pasado) y aprovecharlo más, ya que condiciones, al menos a nivel de trabajo, las tenía. Me parece injusto quedarse únicamente con que Papadopoulos no marcó ni un miserable gol a pesar de su demarcación. Realmente, si lo analizamos fríamente, no tuvo tiempo ni oportunidades. Recuerdo únicamente un partido en Balaídos en el que falló un par de manos a manos, pero el resto de las veces o directamente no jugó o lo hizo testimonialmente. Incluso con Eusebio, curiosamente, jugaba la mayoría de las veces en banda derecha haciendo un trabajo correcto. Ojalá tenga más suerte allá donde vaya en el resto de su carrera. Yo lo recordaré con cariño, como a todos (o casi todos) los jugadores que vistieron la camiseta celeste.
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