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Foto: Marta G. Brea |
Dani Abalo regresó a Balaídos, otra vez delante de su afición, con muchas ganas y muchas cosas por demostrar. Tantas ganas tenía que acabó pasándole factura. Herrera explicaba al final del partido, que había tenido molestias musculares en los gemelos "más fruto de la tensión nerviosa, de las ganas de agradar, que de una cuestión física". Por eso fue sustituído al descanso, y por eso las críticas a un entrenador cuando toma una decisión deberían ser un poquito más ponderadas. Incluso en Balaídos ya se veía que Abalo estaba fundido y tenía molestias.
Pero más allá de ese detalle, los 45 minutos que nos dejó Abalo ayer son un canto a la esperanza. El arousano parecía muerto futbolísticamente después de los últimos encuentros disputados en Balaídos, y no solo de ese infausto partido ante la Unión Deportiva Las Palmas, así que verlo ayer por la banda, correteando como nos tuvo acostumbrado algún tiempo atrás es un motivo de felicidad para el celtismo, tal vez la mejor noticia que podíamos recibir ahora. Abalo está recuperado para la causa, y solo le falta volver a coger el ritmo y perder el miedo a la responsabilidad.
Su regreso ayer no estuvo enmarcado en el mejor de los escenarios. Herrera le cargó de una responsabilidad innecesaria con aquello de "Abalo y diez más", y el arousano terminó sucumbiendo víctima de esa tensión positiva que le llevó a querer ganarse nuevamente a la afición. No era una tarea sencilla, pero en parte lo logró. Le falta completar un partido entero con esas sensaciones, le falta seguir gustando a la afición, que está deseando que éste le de motivos para volver a adorarlo. Con Dani ha habido siempre un feeling especial, desde que jugaba en Barreiro. Es un jugador con mucho potencial, pero en ciertas ocasiones parece que otras factores le superan. El día que sea capaz de corregir eso, volverá a conquistar Balaídos.
Ayer dio un pasito. Pequeño tal vez, o grande según se mire, pero volvió a demostrarnos que hay en ese escurridizo extremo un futbolista más que válido para este equipo. Ahora, la tarea es de Herrera, que debe saber gestionar todo lo que pasa alrededor de Dani, tanto dentro como fuera de la cancha. Su primera media hora es el camino.
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