Sin excusas


Foto: LOF

Si en citas precedentes las derrotas habían encontrado justificación, la de ayer en el Mini Estadi no puede esconderse detrás de excusa alguna. El Celta firmó uno de sus peores partidos de lo que llevamos de temporada, especialmente en una primera mitad en la que fue un juguete en manos de un imberbe pero excelso Barça B. Poco o nada positivo se puede sacar de un duelo en el que los vigueses se reencontraron con errores pasados y que, más allá de descolgar al equipo de la zona de ascenso, deja algún que otro detalle que puede y debe incitar a la preocupación.

En primer lugar, Paco Herrera. Reservón, conservador, miedoso o cobarde son algunos adjetivos válidos para describir el planteamiento por el que se decantó en la tarde de ayer el técnico catalán. Cual equipo pequeño, los vigueses modificaron su propuesta ofensiva de jornadas anteriores y optaron de nuevo por un trivote que, además de mal diseñado-fue Natxo Insa y no Álex López quien ocupó la teórica demarcación de mediapunta-, dio muestras una vez más de su inoperancia. La idea era tapar la entrada por banda del filial azulgrana y aprovechar la velocidad de los atacantes a la contra. El resultado: los celestes no sólo defendieron más cerca de su portería sufriendo y mucho con las acciones individuales de Deulofeu y Rafinha, sino que ni olieron el balón durante la primera media hora.

Un debate aparte merece el empecinamiento de Herrera en situar a David en banda, algo que lleva probando desde el inicio de la campaña y que no termina de dar sus frutos; así como la suplencia de gente como Mario Bermejo o Carlos Bellvís. Incomprensible y suicida fue también el cambio de Álex López. No se entiende que, en los mejores momentos del equipo y con un nuevo revés en el marcador, se decida por sacar del campo al mejor centrocampista del conjunto y mantener un doble pivote con dos hombres eminentemente defensivos. En fin, cosas de Herrera que nunca terminaremos de entender, pero que demuestran una falta de valentía que no se puede admitir en un candidato serio al ascenso de categoría.

Pero quizás más preocupante fue la actitud del equipo. En una pésima primera mitad, los célticos se mostraron demasiado contemplativos, faltos de intensidad, escasos de interés. Nadie, absolutamente nadie fue capaz de adquirir responsabilidades, elevar la voz y solucionar el desaguisado en el que se estaban convirtiendo los primeros treinta minutos. Asimismo, al final del partido y con un Barça B durmiendo el encuentro, también se echó en falta un poco de orgullo, una pizca de rabia de unos jugadores que parecían conformarse con la derrota. Tanto la primera media hora como los instantes finales resultaron de una desidia e impotencia fuera de lo común, algo que, y de manera urgente, es necesario corregir. No se puede aceptar que un equipo formado por muchos jugadores que difícilmente superan la veintena no sólo te “baile” durante treinta minutos, si no que demuestre más oficio que tú en el epílogo del choque.

Al margen de estos dos aspectos, también podemos hablar del enésimo fallo a balón parado en el primer gol, del mal momento de juego que vive Quique De Lucas, de las incomprensibles ocasiones que falla David Rodríguez, del estancamiento de Aspas, de mala suerte o incluso de la excesiva actitud hogareña del colegiado. Factores todos ellos que empujaron aún más al Celta hacia su tercera derrota consecutiva, la cual lo aleja de su objetivo del ascenso directo.

No obstante, y siendo conscientes de que los resultados de los últimos partidos deben incitar a la preocupación, esto tampoco es el fin del mundo. El Celta continúa a tiro del play-off y relativamente cerca del ascenso directo. Equipo le sobra para demostrar más de lo que hoy ha ofrecido en el Mini Estadi. Por tanto, convendría que Herrera se dejase de experimentos y fuese fiel a la idea de fútbol que le venía funcionando en las últimas semanas. Así, por lo menos, de sufrir un nuevo tropiezo, nos quedaría alguna excusa en el tintero.

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