El genio de los genios


Foto: Diario AS
En todo derbi, en todo partido especial como el que el próximo domingo disputarán Celta y Deportivo sobre el césped de Riazor, es inevitable que surjan protagonistas que den sentido al futuro del duelo. La estrella del equipo que con una jugada antológica consigue rescatar los tres puntos para los suyos, el futbolista desaparecido del que se esperaba más en una noche como esa, el entrenador que con su táctica logra batir el planteamiento de su homólogo, un árbitro que con sus decisiones condiciona el devenir del encuentro. Miles de focos seguirán las evoluciones de los veintidós protagonistas, pero sólo unos pocos serán los elegidos para copar al día siguiente las portadas de los periódicos y las cabeceras de los informativos.

Tanto para bien como para mal, Iago Aspas tiene muchas papeletas para estar en dicho grupo de elegidos. El futbolista celeste se ha ganado con goles y juego la titularidad, erigiéndose como la referencia ofensiva de un Celta que es el conjunto más realizador de la categoría. Ubicado en una demarcación, en principio, anti-natural para él (delantero centro), el moañés está en el mejor momento de su corta carrera. Con la confianza por las nubes y un carácter irreverente que lo hace inasequible al desánimo, parece capaz de todo lo que se proponga, y cada vez que contacta con el esférico da la sensación de algo bueno puede ocurrir. Hoy por hoy es la principal amenaza de este Celta, un jugador diferente capaz de revertir la dinámica de un partido con una acción individual, capaz de destrozar al rival con una maniobra mortal.

Además, este liderazgo en el plano ofensivo puede extenderse al ámbito sentimental. No hay ninguna duda de que Iago Aspas es el gran ídolo de una hinchada rendida a sus pies desde aquel día de su debut en el que, con dos goles, salvo al equipo del descenso a Segunda División B. Su celtismo está fuera de toda duda, algo que, sumado a su fuerte carácter y a la manera tan pasional que tiene de vivir los partidos, lo convierten en un referente para el público vigués. Una afición que tiene depositadas en él muchas de las esperanzas para conquistar la cima que todo celtista desea coronar: Riazor.

No obstante, ese carácter tan visceral que ahora elogiamos, también suele tomar, en ciertos momentos, caminos poco recomendables. El de Moaña no es un jugador de medias tintas, no es un futbolista que se encierre en la dulce imparcialidad que ofrece el gris. Es o blanco o negro, o frío o calor, o amor u odio. Lo que para los celtistas es veneración, para los rivales es animadversión; lo que para unos es un ángel, para otros es un demonio; lo que para unos es amor a unos colores, para otros es provocación. El genio de los genios que se suele decir.

En el día de hoy, el diario AS publicaba en sus páginas interiores una entrevista realizada al atacante céltico. En ella, Aspas se definía como “antideportivista y del Celta a muerte”. Asimismo, preguntado por un recuerdo de los derbis, mencionaba la famosa patada de Vagner a Tristán en Balaídos la cual, según afirma “celebré como un gol”. Que cada uno, desde la mayor objetividad que pueda, saque conclusiones, pero, una cosa está clara: Aspas no tendrá un recibimiento cordial en A Coruña. Él mismo es consciente de ello y asegura que tanto los pitos como los insultos serán un elemento motivador para él en un partido en el que espera sobresalir.

Es evidente que el de Moaña se muere de ganas de firmar un partido antológico en Riazor y quedar grabado para toda la vida en la retina del aficionado celeste. Probablemente, al igual que muchos celtistas (entre los que me incluyo), sueñe con anotar el gol de la victoria que haga enmudecer el coliseo coruñés. No obstante, puede ser preocupante ese grado de sobreexcitación con la que es más que probable que encare el partido. Colegiados y, sobre todo, rivales ya lo conocen, y no será de extrañar que intenten provocarlo para que salte. Es algo natural en el fútbol y tanto Aspas como el Celta deben andar listos en ese aspecto.

La pregunta es clara: ¿debe jugar Aspas el derbi? Si nos remitimos a lo futbolístico, es indudable que puede adquirir el papel de protagonista y decidir el partido en una jugada. En cambio, si nos basamos en lo emocional, ese carácter desbocado puede jugarle una mala pasada y dejar a su equipo con diez. En mi opinión, el de Riazor es un partido para gente como el de Moaña y en el que estoy seguro de que debe marcar las diferencias. No obstante, convendría que Herrera hablase con él para ayudarle a encauzar ese genio por el camino correcto: el de la pelota.

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